Reflexiones Antropológicas para educar III

Reflexiones Universitarias

Fernando Vizcaya C.-

A partir de la aseveración Aristotélica “el hombre es una animal polí­tico” zoon politikon (Polí­tica,I)  nos introducimos en un aspecto de la naturaleza que determina su ser, su acción y su obrar. Esa aseveración del Estagirita, descubre el “ser necesario” de  su relación con otros semejantes a él, para desarrollar y crecer en una naturaleza  que está marcada con esa caracterí­stica. “Parece que la palabra griega que designa la naturaleza (physis) significa básicamente crecimiento y, por lo tanto, así­ mismo, aquello que una cosa se convierte al crecer, al término de su crecimiento, el carácter de una cosa, cuando está completo su crecimiento, cuando puede hacer lo que solo la cosa plenamente desarrollada puede hacer o hacer bien. Cosas como zapatos o sillas no “crecen” sino que son “hechas”: no son de naturaleza sino de arte. (Strauss,L.1996:14)

Esto nos lleva a reflexionar sobre el hacer del hombre como tal y nos lleva a la primera interrogante que es: si el hombre puede desarrollarse verdaderamente en un plano individual, por sí­ mismo, o si necesita lo social; no el hombre que aparece ante los demás y que es porque lo consideran de esa forma otros, sino por su misma tendencia natural, es decir, en su entidad propia. Caben otras  preguntas que puedan, con sus respuestas, ampliar estas consideraciones: ¿Su ontologí­a es siempre participativa o puede desarrollar sus potencialidades sin los demás o a pesar de los demás? “La pregunta cuando un ser es un hombre, es una pregunta que va más allá de lo experimentable y verificable por los sentidos y, por ello no es objeto de las ciencias de la naturaleza sino de la filosofí­a”. (Valverde, C.;1994:108)

La reflexión sobre lo que es el hombre y sobre la sociedad de los hombres nos introduce en el campo de la filosofí­a propiamente dicha: la reflexión sobre la ontologí­a de la existencia. ¿Qué es el hombre? Pensamos que es un ser que resume unas caracterí­sticas de la creación inferior a él, es decir, la materia, la sensibilidad, los estí­mulos, el movimiento (trophos), las motivaciones, el automovimiento (antrophos), la conciencia, y sobre todo ello posee además la razón discursiva (logos). Y esta última caracterí­stica abre un abismo ontológico entre todo lo anterior y él. Se aproxima a esta verdad Aristóteles en su Ética: “Se atribuirá al hombre alguna función aparte de éstas? ¿Y cuál será ésta finalmente? Porque el vivir parece también común a las plantas, y su busca lo propio. Hay que dejar de lado, por tanto, la vida de nutrición y crecimiento. Vendrá después la sensitiva, pero parece que también ésta es común al caballo, al buey y a todos los animales. Queda por último, cierta vida activa propia del ente que tiene razón; y éste, por una parte obedece a la razón; por otra parte, la posee y piensa. Y como esta actividad se dice de dos maneras, hay que tomarla en acto, pues parece que se dice primariamente de ésta. Y si la función propia del hombre es una actividad del alma según la razón, y por otra parte, decimos que esta función es especí­ficamente propia del hombre y del hombre bueno, como el tocar la cí­tara es propio de un citarista y de un buen citarista…” (Aristóteles,1994: I,7:8-9)

Necesitamos la seguridad conceptual y ontológica en una planificación y diseño curricular. Los pasos iniciales de estos autores, que iremos citando poco a poco, nos irán llevando a esa certeza en ese proceso.

*Fernando Vizcaya es profesor de la Universidad Monteávila

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