El mayor acto de rebeldí­a

Postales de Praga

Felipe González Roa._

Postales de Praga

Venezuela está sumida en una profunda destrucción. No hay duda de eso. Basta con mirar alrededor para notar el grave deterioro de nuestro entorno, de nuestras condiciones de vida, de nuestros pensamientos, de nuestra voluntad…

Prácticamente ningún sector ha salido indemne de esta razia, pero tal vez uno que ha sido especialmente golpeado (con demasiada saña y alevosí­a) ha sido el sistema de educación, el cual desde el inicio de este régimen ha sido señalado como objetivo claro para perpetuar los perversos planes de dominación.

Las universidades privadas hoy sufren los embates de la inflación y de la inestabilidad económica, que impide brindar un piso seguro para los servicios que se ofrecen a los estudiantes. Esto lamentablemente obliga a algunos alumnos a tener que dejar sus carreras, a la vez que empuja a muchos profesores a buscar otros horizontes, incluso más allá de las fronteras.

Pero el golpe a las universidades públicas es, tal vez, más demoledor. La Universidad Central de Venezuela, la casa que vence las sombras, el í­cono de la educación superior en el paí­s, el patrimonio cultural de la humanidad, desde hace muchí­simos años está agobiada por un incesante acoso.

La Universidad Simón Bolí­var, sí­mbolo de la excelencia educativa, de la innovación tecnológica y de la invención y el progreso, hoy muere de mengua, asfixiada por un puño que rehúye cualquier intento por pensar de forma crí­tica, por aprender y avanzar.

Y es ese el punto clave en este tema: todo gobierno dictatorial, que se mueve solo por el ánimo de dominación, desea aniquilar la educación libre y pretende imponer un modelo que no invite a la gente a reflexionar, sino a asumirse como esclavo, a sobrevivir solo para garantizar los oprobiosos lujos de aquellos que se sitúan en las cumbres del poder.

Por eso no debemos abandonar las aulas. Especialmente hoy no podemos. Esta es la razón por la cual los estudiantes deben ver con mayor claridad su función y reconocer que, mientras más compleja y crí­tica es la situación, mayor debe ser su compromiso con los estudios.

Con más fuerza es necesario que los jóvenes abracen sus libros y comprenden que su misión va más allá de presentar una asignación y obtener una calificación. Su lugar en este momento exige aprender para crecer y aportar a la reconstrucción.

En dictadura el mayor acto de rebeldí­a es estudiar. La mejor forma de alzarse contra la tiraní­a es pensando, deseando conocer y entender más. En Venezuela los mayores rebeldes son los estudiantes, pero aquellos que realmente entienden cuál es su obligación.

Sobre todo hoy, cuando más palpable es el desánimo en los pasillos de la universidad, es cuando más lo debemos recordar.

*Felipe González Roa es director de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Monteávila

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