¿Qué ocurrió el 2 de febrero de 1999?

Carlos Garcí­a Soto.-

Este mes se cumplieron veinte años de la juramentación de Hugo Chávez Frí­as como Presidente de la República.

En la grave crisis en la que hoy nos encontramos, conviene recordar qué ocurrió ese dí­a. Para ello, sin embargo, conviene recordar antes la elección de Hugo Chávez como Presidente, y el problema constitucional que implicaba su intención de convocar a un proceso constituyente, como lo hemos relatado aquí­ en Prodavinci.

La victoria electoral del candidato Chávez y la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente

El 6 de diciembre de 1998 el candidato Chávez ganarí­a la elección presidencial, obteniendo el 56,20 % de los votos, sobre el 40 % obtenido por el candidato Henrique Salas, con una abstención del 36,24 %.

La propuesta fundamental del candidato Chávez fue la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), que tuviera como objeto (i) refundar la República y (ii) crear un nuevo ordenamiento jurí­dico.

La Constitución de 1961, entonces vigente, sólo permití­a dos cauces formales para su modificación: (i) la enmienda, para modificaciones puntuales que no alteraran la estructura fundamental de la Constitución, y (ii) la reforma, para modificaciones que sí­ implicaran una alteración importante de la Constitución (artí­culos 245 al 248 de la Constitución de 1961).

Desde ese punto de vista, en Venezuela no podí­a convocarse una Asamblea Nacional Constituyente, salvo que se modificara la Constitución, por la sencilla razón de que la misma Constitución señalaba los únicos mecanismos a través de los cuales podí­a ser modificada, y en esos mecanismos no estaba contemplada una Constituyente.

Ello, por supuesto, implicaba un serio obstáculo para la propuesta que impulsaba el entonces candidato Chávez: la Constituyente no era un mecanismo de sustitución de la Constitución previsto en la Constitución de 1961. Con lo cual, desde el punto de vista constitucional, no podí­a convocarse a un proceso constituyente bajo la vigencia de la Constitución de 1961, a menos que se modificara la Constitución de 1961.

En la medida en la que en la Constitución de 1961 no se establecí­a la posibilidad de una convocatoria a un proceso constituyente para modificar la Constitución, se planteó la discusión jurí­dica sobre si era posible celebrar un referendo consultivo para que el pueblo se expresara acerca de la Constituyente. En paralelo, se planteaba la discusión principal del asunto: si era o no conforme a la Constitución el convocar a una Asamblea Nacional Constituyente no prevista expresamente en la propia Constitución.

En definitiva, la duda que se planteaba era si un referendo consultivo era un mecanismo suficiente para convocar a una Asamblea Nacional Constituyente no prevista en la Constitución. Por ello, no se discutí­a si el referendo podí­a o no celebrarse. En realidad, el referendo consultivo era un derecho de los ciudadanos, reconocido incluso en la propia Ley Orgánica del Sufragio y Participación Polí­tica. Lo que no estaba claro es si ese referendo era suficiente para convocar la Constituyente.

Sobre cada uno de estos dos temas, se plantearí­an ante la Sala Polí­tico-Administrativa de la Corte Suprema de Justicia dos recursos de interpretación. Tales recursos fueron decididos a través de dos sentencias del 19 de enero de 1999, denominadas entonces como los casos Referendo Consultivo I y Referendo Consultivo II.

Por supuesto, para la Corte no era un asunto menor la solución a esos dos recursos, porque, tal como se estaban desarrollando los acontecimientos, parecí­a que a la Corte le iba a corresponder dar una solución jurí­dica al conflicto polí­tico-constitucional que se habí­a planteado en el paí­s.

Sin embargo, la Corte no dio una interpretación definitiva al problema que se le estaba planteando. Es decir, no señaló con la claridad que quizá se aspiraba si podí­a o no convocarse una Asamblea Nacional Constituyente, a partir de un referendo consultivo, a pesar que esa figura no estuviera prevista en la Constitución. En definitiva, si era posible o no convocar a un proceso constituyente sin modificar antes la Constitución de 1961.

Por el contrario, la Corte realizó extensas consideraciones sobre el papel de la Constitución y el lugar de la soberaní­a popular, y si bien en algunos momentos parecí­a que iba a expresar una conclusión expresa sobre el problema planteado, luego el camino argumental se interrumpí­a.

En las sentencias la Corte no se pronunció de modo expreso sobre si era o no posible convocar una Constituyente, aún a pesar de no estar prevista en la Constitución como un instrumento para la reforma o sustitución de la Constitución. Por el contrario, realizó varias consideraciones, ambiguas, sobre la soberaní­a popular y su relación con el poder constituyente, como se señaló.

Con lo cual, el verdadero problema constitucional que estaba planteado, es decir, si podí­a o no convocarse una Constituyente a pesar de no estar prevista en la Constitución, no fue resuelto expresamente por las decisiones de la Corte. En realidad, las sentencias, como se dijo, se dedicaron a afirmaciones generales sobre los asuntos planteados. Sin embargo, de varios párrafos de las sentencias podí­a concluirse que en criterio de la Corte, o los Poderes Públicos competentes establecí­an el régimen de la Constituyente, o era preciso modificar la Constitución para incluir la figura de la Constituyente, aún luego de un referendo consultivo en el cual los votantes se manifestaran a su favor.

De tal manera, lo que podí­a concluirse de las sentencias Referendo Consultivo I y II era que (i) el pueblo podí­a expresar su opinión acerca de la Asamblea Nacional Constituyente mediante un referendo consultivo, (ii) de esa manifestación de voluntad podí­a derivarse un mandato polí­tico los Poderes Públicos para que establecieran un mecanismo institucional que permitiera convocar un proceso constituyente, pero (iii) la soberaní­a popular no podí­a estar limitada por los Poderes Públicos.

Que, por una parte, la Corte aclarara que era posible convocar un referendo consultivo para que el pueblo se expresara acerca de la Constituyente y, por otra parte, que la Corte evadiera un pronunciamiento expreso acerca de si era posible desde el punto de vista constitucional la convocatoria a una Constituyente para sustituir la Constitución de 1961, dejarí­a entonces el asunto sin resolver de modo expreso por la Corte.

Pero a pesar de la ambigí¼edad de los criterios de la Corte Suprema de Justicia, parte de la prensa darí­a su interpretación a lo interpretado por la propia Corte. Así­, por ejemplo, en El Nacional se darí­a una lectura a las sentencias que favorecí­a la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente a partir de la celebración del referéndum consultivo. En su edición del 21 de enero, uno de los titulares de ese periódico dirí­a: “No es necesario reformar la Constitución para convocar el referéndum”.

Por supuesto, el gran riesgo polí­tico y constitucional de convocar una Asamblea Nacional Constituyente que no estuviera prevista y regulada en la Constitución, era que esa ausencia de regulación fuera una ocasión para que la Asamblea se autoproclamara como soberana y como exenta de cualquier regulación que limitara su actuación. Ese riesgo se verificarí­a luego en los hechos, cuando la Asamblea Nacional Constituyente actuó sin sujetarse a los Poderes Públicos ni a la Constitución.

En todo caso, correspondí­a al Congreso, cuando se incorporara a sus sesiones ordinarios en enero, decidir si procedí­a a realizar una enmienda o reforma a la Constitución, que incluyera la figura de la Asamblea Nacional Constituyente como un mecanismo válido para sustituir la Constitución de 1961.

Sin embargo, el Congreso no tendrí­a oportunidad de debatir sobre el importante asunto polí­tico-constitucional que el paí­s tení­a ante sí­.

La juramentación del nuevo Presidente y el Decreto de 2 de febrero de 1999, por el cual se convocó al proceso constituyente:

Durante el mes de enero, aún antes de tomar posesión, el Presidente electo Chávez conformó una comisión llamada “Comisión Presidencial Constituyente”, que tení­a como objeto prestar asesorí­a sobre el modo de convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente.

Y el mismo 2 de febrero, al tomar posesión del cargo, el ahora recién electo Presidente Chávez dictarí­a el Decreto N° 3, por medio del cual convocarí­a un referendo consultivo para que los electores se pronunciaran sobre la Constituyente. Así­, el Presidente Chávez tomarí­a la delantera en la discusión, y plantearí­a el asunto para que el pueblo se expresara sobre la Constituyente, sin que fuera necesario entonces reformar la Constitución de 1961 para incluir a la Constituyente como un mecanismo válido para la sustitución de la propia Constitución de 1961.

No se olvide que cuando el Presidente electo tomó juramento ante el Presidente Caldera, advirtió:

Juro delante de Dios, juro delante de la Patria, juro delante de mi pueblo, que sobre esta moribunda Constitución impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para que la República nueva tenga una Carta Magna adecuada a los nuevos tiempos. Lo juro”.

Mediante el Decreto N° 3 (Gaceta Oficial Nº 36.634 de 02 de febrero de 1999), el ya Presidente en funciones Hugo Chávez, dictarí­a la decisión de convocar al pueblo para un referendo consultivo sobre la Asamblea Nacional Constituyente. En realidad, y como puede constatarse del modo como fue planteado el referendo, el Presidente Chávez aspiraba a que la Constituyente fuera diseñada según el modo como él consideraba debí­a conducirse. En ese sentido, el texto del Decreto va a señalar:

“Artí­culo 1º: La realización de un referendo para que el pueblo se pronuncie sobre la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.

Artí­culo 2º: El Consejo Nacional Electoral ejecutará los actos necesarios para divulgar el contenido de la propuesta de convocatoria, invitar a los ciudadanos a participar en el referendo y realizar el escrutinio del acto de votación.

Artí­culo 3° El instrumento electoral contendrá las siguientes preguntas que serán contestadas con un “si” o un “no”:

Primera: ¿Convoca usted una Asamblea Nacional Constituyente con el propósito de transformar el Estado y crear un nuevo ordenamiento jurí­dico que permita el funcionamiento efectivo de una Democracia Social y Participativa?

Segunda: ¿Autoriza usted al Presidente de la República para que mediante un Acto de Gobierno fije, oí­da la opinión de los sectores polí­ticos, sociales y económicos, las bases del proceso comicial en el cual se elegirán los integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente?”.

Por supuesto, la interpretación que el Presidente Chávez habí­a dado a las sentencias de las Corte Suprema de Justicia es que simplemente bastaba con que el pueblo se manifestara a favor de la Constituyente, para poder convocarla.

En este sentido, la redacción del decreto era contraria a lo dispuesto por la Constitución, por la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Polí­tica, y por las mismas sentencias dictadas por la Corte Suprema de Justicia, al (i) convertir el referendo revocatorio en una suerte de referendo decisorio o plebiscito, (ii) para sustituir la Constitución de 1961 a través de un mecanismo no previsto por ésta, (iii) para delegar en el recién electo Presidente Chávez la regulación del modo de elección de los miembros de esa Asamblea Nacional Constituyente y (iv) para que esa Asamblea Nacional Constituyente electa asumiera el control del Estado, en sustitución de los poderes constituidos.

***

La crónica posterior a lo ocurrido el 2 de enero puede ser vista también en este trabajo que referí­amos al principio, en el que relatamos aquí­ en Prodavinci cómo fue el proceso constituyente que dio lugar a la Constitución de 1999, y que supuso la toma del control polí­tico de todos los Poderes Públicos, por parte de la nueva clase polí­tica que se recién instalaba.

*Carlos Garcí­a Soto es profesor de la Universidad Monteávila

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