Dieciocho plagas

Emilio Spósito Contreras.-

El diagnóstico médico, el reconocimiento militar o el análisis del entorno en el área gerencial, resultan fundamentales para lograr los objetivos planteados. El asipu babilónico o el augurato romano fueron expresiones de esta necesidad de análisis del mundo que nos rodea para entrever el futuro. En nuestro tiempo, los más calificados expertos ofrecen informes en los cuales se ofrecen variados í­ndices o se advierte sobre los riesgos y amenazas a los que nos enfrentamos.

En la práctica, organismos con relevancia internacional como el Fondo Monetario Internacional o Human Rights Watch, producen informes muy apreciados para la toma de decisiones en todo el mundo. Otro caso relevante es el Foro Económico Mundial, organización que desde 2006 presenta un significativo informe global de riesgos: el Regional Risks for Doing Business (cfr. el último informe, en http://www3.weforum.org/docs/WEF_Regional_Risks_Doing_Business_report_2018.pdf).

En un mundo “hipercompetitivo” las empresas buscan anticiparse a los más pequeños cambios del medio para sobrevivir y, con suerte, obtener cada vez más pequeñas ganancias frente a sus principales competidores. Los polí­ticos, los legisladores, los jueces, tampoco desdeñan la información de estos oráculos contemporáneos en un contexto global que los estrategas de Carlisle Barracks describen como VUCA (volatility, uncertainty, complexity y ambiguity). La sociedad, las familias, los individuos, no deben perder de vista advertencias que pueden impactar en sus proyectos de vida.

Haciendo un recuento de los principales riesgos de los últimos años, destacan: las variaciones intempestivas del precio del petróleo (2010); la corrupción (2011); la crí­tica escasez de alimentos (2012); la pronunciada disparidad de ingresos de la población, la crisis fiscal de los Estados y las infraestructuras crí­ticas de información (2014); el fracaso de los gobiernos nacionales, el colapso de los Estados, el alto desempleo y el subempleo estructural, la rápida y masiva propagación de enfermedades infecciosas (2015); los conflictos interestatales con efectos regionales (2016); así­ como la migración involuntaria a gran escala (2017).

En el referido informe Regional Risks for Doing Business 2018 resaltan los eventos meteorológicos extremos, los desastres naturales, los ciberataques, el fraude electrónico y el robo de datos, el fracaso de la mitigación y adaptación al cambio climático y la crisis del agua. En total, dieciocho de los más importantes trastornos que ya afectan la economí­a, la polí­tica y la vida de todos los habitantes de la Tierra.

Tristemente, de una u otra forma, Venezuela padece cada uno de estos males. Por solo mencionar dos de los más dramáticos y estrechamente vinculados, el paí­s parece hundirse en la corrupción y la propagación de enfermedades. En tales casos, es difí­cil saber si dichas plagas son causa o consecuencia de la crisis polí­tica, económica y social que paraliza nuestras instituciones, cierra nuestras empresas y provoca el éxodo de los venezolanos, todo ello con gran impacto en el Derecho.

¿Qué hacer? ¿Cómo hacer más y mejor? Debemos tomar conciencia y actuar. La tarea es tan grande y urgente que nos desborda, y solo con concordia, con paz, podrí­a crearse un espacio para resolver nuestros apremiantes problemas. En tal sentido, resultan perentorias, iniciativas como la descrita en el proyecto “ReconciliACCIí“N” de la Universidad Monteávila (https://uma.edu.ve/periodico/2018/11/02/reconciliaccion-apunta-a-una-mejor-sociedad/), que en la búsqueda de la paz, se apoya en dos grandes recursos de nuestra sociedad: especialmente las mujeres y los jóvenes, a las familias.

Una vez se le preguntó a Marí­a Zambrano (1904-1991) sobre la paz y la gran filósofa respondió: “…la paz es un modo de vivir, un modo de habitar en el planeta, un modo de ser hombre; la condición preliminar para la relación del hombre en su plenitud, ya que la criatura humana es una promesa” (http://www.elviejotopo.com/topoexpress/los-peligros-de-la-paz/). Nunca antes como ahora nos encontramos en peligro y, al mismo tiempo, nunca hemos estado tan cerca del desarrollo colectivo en todos los sentidos, material y espiritual.

*Emilio Spósito Contreras es profesor de la Universidad Monteávila

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