China aumenta su influencia en la geopolí­tica internacional

Carla J. Mendoza.-

La irrupción de Trump abre nuevos escenarios para la China de Xi Jinping. Foto: photopin (license)

A partir de 1945, con el término de la Segunda Guerra, Estados Unidos se estableció como la potencia polí­tico-económica número uno a nivel mundial; puesto que compartió con la Unión Soviética hasta 1991. Tras la caí­da del Muro de Berlí­n la nación norteamericana se ha mantenido sola en el primer puesto hasta nuestros dí­as; pero se encuentra a punto de ser desplazada por una de las civilizaciones más emblemáticas de la historia: China.

Actualmente Pekí­n se alza como la segunda potencia económica global, lugar que habí­a sido ocupado por Japón hasta 2010. Las estadí­sticas apuntan a que, para la década comprendida entre 2020-2030, China podrí­a subir el último escalón y establecerse como el lí­der mundial.

Con más de 1.300.000.000 de habitantes, el paí­s asiático posee una cantidad de cualidades que lo hacen posicionarse de tal forma. Inicialmente ser el paí­s más poblado del mundo le permite a su vez tener la fuerza armada más grande con un contingente de más de dos millones de personas y el segundo presupuesto militar más grande, detrás de Estados Unidos.

Es el tercer paí­s con la superficie más grande, de 9. 677.009 km². Su lengua es la más hablaba debido a la gran cantidad de ciudadanos que posee y su cultura, una de las más antiguas en la historia, la convierte en una de las civilizaciones actuales más sólidas.

Según cifras de 2012, China es el primer destino del mundo para las inversiones, así­ como el lí­der en exportación de productos ligados a las tecnologí­as de la información (ordenadores y teléfonos portátiles, máquinas digitales de fotos, etc.). Posee un 12% de las reservas mundiales de carbón y es la primera nación en cuanto a reserva de divisas en el mundo. Es igualmente uno de los primeros productores de armamentos del planeta, así­ como una potencia nuclear desde 1964.

El surgimiento chino se debe especialmente a que, a pesar de ser un estado regido por una estructura polí­tica comunista, posee una economí­a de mercado. Ha mantenido relaciones armoniosas y estables con sus vecinos asiáticos y con las otras grandes potencias mundiales (Unión Europea, Rusia, Estados Unidos), a la par que aumenta su presencia e influencia económica en otros paí­ses del Tercer Mundo.

En Medio Oriente sus principales proveedores de petróleo son Irán y Arabia Saudita y maneja relaciones con Isreal en cooperación militar. China ha invertido grandes cantidades en la explotación, refinación y transporte de hidrocarburos y otras materias primas en varios paí­ses de ífrica.  También concretó alianzas de negocios con Brasil, Chile, Argentina y Venezuela en, respectivamente, los sectores de energí­a nuclear, cobre, cereales y petróleo.

Los retos de China

Washington y Pekí­n buscan cooperar para evitar un conflicto en Corea del Norte, aunque China ha estado tratando de evitar efectos colaterales de las pruebas nucleares realizadas por su vecino asiático.

El ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, aseguró ante la comunidad internacional que su paí­s no permitirá que Estados Unidos desate una escalada armada contra Corea del Norte, e instó a respetar los acuerdos establecidos para tratar la desnuclearización de la pení­nsula.

Wang indicó que la comunidad internacional debe comprometerse con la preservación de la paz en esa región de Asia y lograr la no proliferación de armamento nuclear en el mundo. El gobierno chino se encuentra actualmente cumpliendo el “rol” de mediador en el conflicto, trabajando con todas las partes involucradas para llegar a una solución pací­fica.

El pasado sábado 3 de junio, el secretario de Defensa de Estados Unidos, James Mattis, demandó a China que ocupara más firmeza para contener a Corea del Norte y advirtió que no aceptará su militarización en el disputado Mar de China meridional.

Según el funcionario norteamericano, la administración del presidente Donald Trump considera alentador el compromiso chino con la polí­tica de desnuclearización de la pení­nsula coreana, pero exigió a Pekí­n pasar a la acción y tomar medidas más drásticas, ya que, según palabras de Mattis, Corea del Norte es una amenaza para todos y resulta imperativo que todos los paí­ses tomen acciones al respecto.

Incierto futuro para Estados Unidos

 La polí­tica exterior del recién electo presidente Trump parece tener como objetivo reducir su influencia en la polí­tica internacional, distanciando paí­ses aliados. Durante las cumbres de lí­deres de la OTAN y del G-7, el mandatario se rehusó a sumarse a los esmeros globales para combatir el cambio climático y criticó la polí­tica de asilo y refugio que mantiene la Unión Europea.

Una de las primeras decisiones que tomó al iniciar su mandato fue la salida de Estados Unidos del Acuerdo Transpací­fico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), tras lo cual, según fuentes del diario El Comercio de Perú, China propuso a los restantes miembros del TPP un acuerdo comercial sin la presencia de Estados Unidos.

Pekí­n surgió la iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda, un gigantesco proyecto de infraestructura y ví­as de comunicación que unirá a China con Asia Central, Medio Oriente, Europa y ífrica. Para impulsar la construcción, el gobierno chino creó un fondo inicial de treinta mil millones de dólares. Algunos analistas han catalogado esta iniciativa como el Plan Marshall chino, el cual aumentará la influencia de Beijing en esta zona a expensas de la de Washington.

China aún tiene ciertas debilidades: la desigualdad social en su población es demasiado grande. Los mismos gobernantes del paí­s han admitido que, debido a la enorme brecha que existe entre las ciudades y las zonas rurales de la región, China aún debe ser reconocida como un paí­s en ví­as de desarrollo.

Aun así­, pese a las situaciones internas y los conflictos externos, es indudable que el paí­s se encuentra en constante expansión y que, actualmente, las condiciones están dadas para que repunte y haga realidad la profecí­a de las estadí­sticas.

* Carla J. Mendoza es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.

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