Joaquí­n Rodrí­guez: “Una sociedad donde predomina el bien no entra en crisis moral”

Orlando Abreu.-

Joaquí­n Rodrí­guez llama a que recuperar el sentido del trabajo. Foto: Luis Rodrigues

Venezuela atraviesa por una crisis moral “desde hace tiempo”, sostiene el director del Centro de Altos Estudios de la Universidad Monteávila (UMA), Joaquí­n Rodrí­guez Alonso, quien advierte que la raí­z del problema es la corrupción que “está penetrando todos los ámbitos y está siendo presa prácticamente de todas las personas”.

El catedrático asegura que para recuperarse como paí­s Venezuela debe retomar el camino de la moral, a la cual define como la ordenación del acto, del pensamiento y también de las sumisiones, orientadas al bien, y que está enraizada en nuestra vocación al amor, pero que está pervertida por la inclinación al pecado.

“La moral tiene esos dos polos que gravitan sobre ella, la inclinación al bien pero también la inclinación al mal, en la cual los actos humanos están reclamando un fortalecimiento de la tendencia al bien y una reducción o inhibición de la tendencia al mal”, señala el ex rector de la UMA.

_ ¿Por qué es importante la moral?

_ El hombre se perfecciona haciendo el bien y si no somos educados, ayudados, acompañados para hacerlo pervertimos nuestra naturaleza y extraviamos nuestro fin. La moral en la medida que va externamente explicitando normas, señales, indicaciones, nos ayuda a mantener una referencia sobre el bien. Y en lo interno, en la medida en que vamos cultivando la buena disposición al bien, también vamos consolidando la inclinación buena y eso nos perfecciona, y el objetivo de todo ser es alcanzar su perfección, que en el caso del hombre es su plena realización en el amor.

_ ¿Cuándo se puede afirmar que existe una crisis moral en una sociedad?

_ Cuando es abundante la práctica del mal y reducida la práctica del bien. Siempre vamos a encontrar en todos los grupos humanos, por la misma fragilidad y la misma herida en la naturaleza humana, gente que hace bien y mal. La misma persona que a veces hace cosas buenas también hace cosas malas. Cuando la abundancia del mal compromete de tal manera la convivencia, el desarrollo relativamente armónico de  la posibilidad de perfección de las personas, entramos en crisis. No digo que sea un tema de equilibrios, pero una sociedad donde predomina el bien no entra en crisis moral.

_ ¿Usted cree que Venezuela atraviesa por una crisis moral?

_ Sí­, desde hace tiempo. En buena medida porque la corrupción está penetrando todos los ámbitos y está siendo presa prácticamente de todas las personas. Se ha ido instalando desde una práctica que pudo haber tenido su origen en lo económico, quizás en lo polí­tico, pero que ha ido permeando todo.

Incluso estamos perdiendo ya la referencia del bien, ya no es solamente que estamos haciendo mal teniendo conocimiento de ello, sino que ya estamos perdiendo, ya no estamos sabiendo que es el hacer el bien de lo tan acostumbrados que estamos al mal. Ya la gente se pasa una luz roja sin el menor recato de eso. Es que ya no se sabe si pararse en un semáforo en rojo es bueno o malo, y cuando entramos en eso, cuando entramos en una perspectiva donde ya ni siquiera el bien se nos hace claro, es que estamos muy mal.

_ ¿Cómo afecta esta crisis al paí­s?

_ Nos está arruinando primero en la convivencia porque ya ha dejado de ser armónica y entre los venezolanos nos vemos con una declarada antipatí­a de enemigos o con una suspicacia de sospechoso, de enemigo, y no encontramos en el otro, en el colega, la persona con la que queremos convivir, sino la persona de la que nos tenemos que cuidar porque es un potencial competidor, es el que nos puede quitar el puesto en la cola del pan y hacer que yo no pueda comprar pan porque el sencillamente llegó primero

Por otro lado también nos está arruinando económicamente. En buena medida la base de un buen sistema económico liberal es la confianza entre los diferentes actores que participan en él. Hoy cobramos por las cosas más de lo que valen porque necesitamos protegernos ya que no sabemos cuánto nos va a costar al dí­a siguiente. Entonces estamos viciándolo todo. Y a su vez no se les puede pagar a las personas lo que se merecen, dado a que las empresas no poseen los ingresos suficientes.

Pero principalmente estamos deteriorando el ámbito familiar. Ya son notorias las divisiones que tenemos en los grupos familiares. Venimos de más de 100 años de familias desestructuradas, pero ahora a eso se le está añadiendo el exilio, la dispersión familiar, con lo cual estamos arruinando la base de toda sociedad que es la familia.

_ ¿Cuál serí­a desde su perspectiva la raí­z de esta crisis?

 _ No te podrí­a dar un diagnóstico muy acertado, pero creo que sobre los años 70 se perfiló en el paí­s un estigma del oportunismo, donde parecí­a que no importaba tanto quien eras, sino lo que tení­as. Habí­a cierta posibilidad por azar, entendiendo el azar como algo muy genérico, de adquirir bienes de la noche a la mañana porque se presentaba la oportunidad y bastaba estar ahí­ para tomarla.

Nos fuimos acostumbrando a ese paí­s de las oportunidades, pero no entendidas como fruto del esfuerzo y el trabajo, sino de unas circunstancias más bien azarosas, de tener un buen compadre, de dar con un buen amigo, dar con un negocio que antes nadie habí­a descubierto y que se podí­a manejar principalmente por la corrupción. Creo que fuimos corrompiendo a la sociedad en esa toma de oportunidades, y el paí­s se nos volvió vicioso en una aspiración al tener más que al ser, y a un tener más por azar que por el fruto del trabajo.

_ ¿Posible salida a la crisis?

_ Es vital que recuperemos el sentido del trabajo y con este también recuperar el sentido del orden, de la convivencia, del saber que un paí­s se construye con el esfuerzo transformador de los recursos que se nos han dado, pero mediados por saber para qué están esos recursos y hacer de su aprovechamiento sostenible.

La primera sostenibilidad en lo humano pasa por la educación. Pienso que lo más que hemos corrompido durante los últimos años es la educación porque no les hemos enseñado a las personas a ser buenas. Hemos enseñado a las personas o a sobrevivir, que lamentablemente es lo que nos ha tocado en los últimos años, o sencillamente a estar en la toma de oportunidades, y no a cultivar las buenas costumbres, los buenos hábitos, la amistad, la convivencia y del cultivo del trabajo, del trabajo esforzado, de aquel que cuesta, pero que tiene unos logros resultantes necesarias de ese esfuerzo.

Pienso que hay que reeducar en el trabajo, en el trabajo productivo al servicio de la sociedad, del paí­s, pero sobre todo recuperar esa dimensión que es tan propia del venezolano, ese carácter tan servicial, el estar para ayudarnos. Creo que tenemos que volver sobre eso.

* Orlando Abreu es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.

* Luis Rodrigues es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.

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