«Debemos vivir conforme a la verdad»

Discurso del licenciado Arturo Jauregui, integrante de la XVI Promoción de la Universidad Monteávila.

Ilustrí­simo Señor Rector Doctor Francisco De Paula Febres-Cordero Carrillo; Señor Presidente Honorario Delegado del Consejo Superior, Presbí­tero Doctor Ignacio Rodrí­guez Mayz; Señores miembros del Consejo Superior, autoridades del Consejo Universitario, Profesores, Graduandos, Señoras y Señores.

A lo largo de nuestras vidas invertimos gran parte del tiempo en la búsqueda de las palabras, de las palabras adecuadas. Vaya que, aunque utilicemos millares de palabras cada dí­a, cuando esta cobra incluso más importancia que la que de suyo tiene, siempre amerita una pausa y consideración particular. Ahora bien, las palabras que hoy comparto con ustedes no fueron exceptuadas de su merecida búsqueda. Deseo haber encontrado las adecuadas.

En la Universidad Monteávila se procura, entre otras virtudes, el manejo de la palabra. En caso de dudas, pueden revisar el portal web de nuestra alma mater, ahí­ se indica. Para entender la importancia de la palabra y de su uso o manejo, es decir, el habla, me remito a la idea de Ricardo Yepes Stork, la cual me ayudó a comprender lo que les transmito:

“¿Por qué habla el hombre? La causa del lenguaje está en que el ser humano conoce, tiene inteligencia: el lenguaje es vehí­culo y expresión del pensamiento, lo manifiesta porque lo incorpora dentro de sí­. (…). Un pensamiento que no se puede dar a conocer no ha llegado al nivel de la racionalidad”.

Ahora, Yepes nos ayuda con un ejemplo:

“«Cuando afirmo: “pienso que el tren llegará tarde”, “el tren llegará tarde” no sólo expresa, sino que contiene lo que pienso». Esto quiere decir que «entender el significado de una palabra es conocer. El significado comprendido de una palabra es conocimiento». «Comprender una palabra es saber qué significa, y saber qué significa es saber usarla», es decir, emplearla al hablar. (…). No se puede hablar sin pensar”.

Entonces, en la Monteávila se procura que nosotros, sus alumnos, manejemos la palabra con el fin, entre otros, de expresar la racionalidad. Con esto en mente, avancemos un paso más.

La racionalidad es de las más importantes herramientas que nos fue dada para buscar y, en efecto, conseguir la verdad. Que no nos sorprenda que la búsqueda de la verdad sea también un objetivo esencial de la UMA, pues también se indica en el portal web.

No obstante, a veces no es del todo claro lo que nos motiva a buscar la verdad. Considero yo –y les aseguro que no soy el primero en decirlo- que buscar la verdad, en cuanto a proceso, y encontrarla, en cuanto a fin, nos hace felices. Y si de algo no cabe duda es de que queremos ser felices, ni siquiera hay que ubicarlo en el portal de la UMA para saberlo. Entonces, buscamos la verdad porque nos hace felices. En otras palabras, debemos vivir conforme a la verdad, solo así­ nuestra felicidad será verdadera.

Habiendo dicho eso, atraigo su atención al siguiente punto: La felicidad es algo bueno, muy bueno. Tan buena es que incluso se contagia y se comparte. Este es quizás uno de los deberes que cumplimos con mayor facilidad y menor esfuerzo. Pues sí­, tenemos el deber de compartir la felicidad, de compartir lo bueno. La nobleza nos obliga, a nosotros los buenos de la UMA, los constantes buscadores de la verdad. Sepamos que peor es el mal que causamos los buenos por omisión que el mal que causan los malos voluntariamente. Razón tení­a el filósofo británico Edmund Burke cuando decí­a que lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada.

Tenemos la responsabilidad de compartir con el mundo todo lo bueno que la Monteávila nos enseñó. Recordemos la sentencia de Santo Tomás de Aquino: corruptio optimi pessima, la corrupción de lo mejor es lo peor.

Este llamado que hago no es propio, sino de las Sagradas Escrituras. Por favor dirijan su mirada a la frase escrita justo debajo del emblema de la UMA. Dice: supra montem posita, en castellano: puesta sobre la montaña. El origen de esa frase está en el Evangelio según San Mateo.

Evangelio según San Mateo (5,13-16). Sal de la tierra. Luz del mundo. Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará? No vale más que para tirarla fuera y que la pisotee la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemí­n, sino sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así­ vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos.

Entonces, si nosotros nos volvemos sosos, ¿con quién se salará el mundo? No valdremos más que para que nos tiren fuera para ser pisoteados por la gente. Somos la luz del mundo. No puede ocultarse una universidad puesta sobre la montaña.

Por último, les pido que recapitulemos las dos ideas principales anteriores, es decir, sobre el manejo de la palabra y sobre la búsqueda de la verdad. Ahora, pongámoslas en función de la siguiente frase de San Josemarí­a Escrivá. San Josemarí­a dice en su obra Camino que “al que pueda ser sabio no le perdonamos que no lo sea”. Detengamos esa idea en nuestra mente… San Josemarí­a nos dice eso en lo relativo al estudio, nos pide que seamos lo que podemos ser, que hagamos lo que podamos hacer.

Él nos muestra como si podemos manejar la palabra, ¡debemos hacerlo!; si podemos buscar incansablemente la verdad, ¡pues debemos buscarla y hasta encontrarla!; si podemos ser luz del mundo, ¡seámoslo!; si podemos amar ¡amemos!, si podemos ser buenos, ¡seamos los mejores! Nos dice, en otras palabras, que hemos recibido mucho y que, en consecuencia, mucho se nos pedirá; porque no se nos perdonará que podamos dar todo y demos menos que eso. Entonces, si podemos dar todo porque todo lo recibimos, pues daremos todo porque la nobleza que se nos dio en la Universidad Montávila nos obliga a hacerlo. Así­ las cosas, pidámosle a la Providencia que podamos cumplir con el deber que nos impone la nobleza de ser egresados de la Universidad puesta sobre el monte ívila.

Dicho esto, haré lo propio que se hace cuando se recibe algo: a Dios, a mis padres, a mi hermano y toda mi familia; a Beatriz y a la suya, a mis amigos y a mis queridos profesores, gracias, eternamente agradecido.

 

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