Sabrina Machado
Fotografías: Miguel González
 A través de Pluma invitamos a nuestros lectores a realizar el recorrido de los 7 templos, característica tradición venezolana de la Semana Mayor, a través de nuestro especial. Cada día una nueva entrega de las iglesias caraqueñas. Hoy, Miércoles Santo, la Basílica de Santa Teresa.
Por tradición caraqueña la Basílica de Santa Teresa es uno de los templos más visitados durante la Semana Santa. Especial fervor se observa el Miércoles Santo cuando los devotos madrugan en sus puertas para pagar las promesas hechas al Nazareno de San Pablo, mítica figura que engalana el centro de la iglesia a lo largo de la Semana Mayor.
Sobre la creación de esta iglesia hay importantes creencias, que ya forman parte de la tradición venezolana. La principal vincula al entonces presidente de la República Antonio Guzmán Blanco y a una aparición del mismísimo Jesús de Nazareth, quien le reprochó a la autoridad nacional el haber demolido la Iglesia de San Pablo para crear el Teatro Municipal de Caracas.
También se señala que la edificación del nuevo templo guarda relación con una solicitud que le hiciera Ana Teresa, esposa del mandatario, quien estuvo en contra de la destrucción del templo caraqueño.
La iglesia ubicada en las esquinas La Palma y Santa Teresa le fue encargada al arquitecto Juan Hurtado Manrique. La construcción comenzó el 27 de abril de 1876 y el templo fue reinaugurado el 27 de octubre de 1881, bajo el nombre de Iglesia de Santa Teresa y Santa Ana, en honor a su esposa Ana Teresa. El 9 de diciembre de 1959 fue declarada Monumento Histórico Nacional.
La devoción de los caraqueños por el Nazareno de San Pablo fue hasta cantada por el poeta Andrés Eloy Blanco, en su obra El limonero del Señor.
…Por la esquina de Miracielos,/en sus Miércoles de dolor,/el Nazareno de San Pablo/Pasaba siempre en procesión./Y llegó el año de la peste;/moría el pueblo bajo el sol;/con su cortejo de enlutados/pasaba al trote algún doctor/y en un hartazgo dilataba/su puerta «Los Hijos de Dios.
…En la esquina de Miracielos/hubo una breve oscilación;/los portadores de las andas se detuvieron; Monseñor/el Arzobispo, alzó los ojos/hacia la Cruz; la Cruz de Dios,/al pasar bajo el limonero,/entre sus gajos se enredó./Sobre la frente del Mesías/hubo un rebote de verdor/y entre sus rizos tembló el oro/amarillo de la sazón./De lo profundo del cortejo partió la flecha de una voz:/—¡Milagro…! ¡Es bálsamo, cristianos,/el limonero del Señor…!
*Sabrina Machado es directora de Pluma
*Miguel González es alumno de la Universidad Monteávila