Bolí­var digital

Alicia
Alicia ílamo Bartolomé.-

El Bolí­var original sólo tení­a un sobrenombre: El Libertador. A  alguien se le ocurrió convertirlo en la moneda venezolana y a mucha honra se mantuvo por años a 3.35 por dólar. Durante el gobierno de Rómulo Betancourt, si mal no recuerdo, vino una primera y pequeña devaluación que lo puso a 4.30 por unidad de la moneda del imperio. Ésta se mantuvo durante los gobiernos siguientes hasta el de Luis Herrera Campí­ns, cuando el 18 de febrero de 1983 lo hizo descender a 10 por dólar.

No recuerdo las siguientes fluctuaciones, sólo sé que a partir de 2008, ya en plena era del socialismo del siglo XXI, nuestra frágil moneda empezó a pasar ceros de la derecha a la izquierda, 8 ceros en dos caí­das previas cuando lo apodaron primero Fuerte, luego Soberano, sin ser ni lo uno ni lo otro y, ahora, a partir de este octubre de 2021, le han tumbado 6 ceros más, lo que hace un total de 14 y el bolí­var original, el que llevaba con garbo el nombre de nuestro héroe nacional, se diluyó como grano de sal en el agua, se volvió nada.

Lo arrastró la cloaca de las erráticas e intencionadas medidas económicas de un gobierno dictatorial de la misma edad que el siglo.

Es una faz de idiota con un rictus despectivo, sin etnia definida: no es indí­gena, ni mestizo, ni zambo, ni negro, ni blanco. Se parece al prócer indio mexicano Benito Juárez, pero éste tení­a cara de inteligente.

Ahora nos dice una rimbombante publicidad por televisión que esta última caí­da de ceros nos lleva a un bienvenido Bolí­var Digital. ¿Y eso que es? Porque lo de digital, a mi entender, es una presencia ausente, una presencia virtual: se ve, pero no está.

Aquí­ observo una virtud de la nueva moneda: muy higiénica, si no la tocamos no hay que lavarse las manos, no transmite microbios. Le apreciarí­a una segunda virtud si hace desaparecer los anunciados billetes que hablan de la nueva cara del Libertador. No me la calo. Es una faz de idiota con un rictus despectivo, sin etnia definida: no es indí­gena, ni mestizo, ni zambo, ni negro, ni blanco. Se parece al prócer indio mexicano Benito Juárez, pero éste tení­a cara de inteligente.

Es muy rica la iconografí­a de Simón Bolí­var. A falta de cámaras fotográficas, lo retrataron a pincel o creyón numerosos pintores y dibujantes. Si cada uno dejó su acento personal en el retrato, en esa diversidad de trazos y de épocas, pues hay imágenes de su juventud a la madurez, se mantienen unos rasgos definidos: cara huesuda, ojos negros de mirada penetrante, pelo y bigote negros. Incluso hay un retrato que el mimo Libertador lo consideró como el que más se le parecí­a.

En estos dí­as hubo una falla planetaria de esta ciencia dactilógrafa de la comunicación y una ola de angustia recorrió todos los continentes, ¡incomunicados!

Nada de esta constancia de rasgos hay en el tal nuevo rostro de Bolí­var, luego, no es legí­timo ni cierto, es una mala caricatura debida a un fanatismo ideológico y degradante. Rescataremos la figura del héroe cuando freguemos con cloro todo lo bolivariano de  este régimen.

Quizás lo de bolí­var digital es por seguir una moda. Los vertiginosos progresos de las medios de comunicación nos han hundido en un mundo digital. La palabra digital viene de dedos y nosotros nos mantenemos al dí­a a fuerza de toquecitos de teclas o pantallas.

En estos dí­as hubo una falla planetaria de esta ciencia dactilógrafa de la comunicación y una ola de angustia recorrió todos los continentes, ¡incomunicados!  

La falla se atribuyó a China, como todo lo malo que nos pasa últimamente. Ignoro si tuvo alguna responsabilidad el gran paí­s asiático, pero por suerte o misericordia divina, el desperfecto duró sólo unas 6 horas. El orbe volvió a respirar en sosiego.

No podemos vivir sin los medios digitales, supongo que tampoco sin el bolí­var digital que invadirá los mercados. No sé si podremos reconocerlo o captarlo, porque siendo un ente abstracto no tiene figura, ni peso, ni color.

Puedo estar equivocada y aparece por ahí­ una moneda o billetico ilustrado con la cara de gafo. Prefiero la abstracción, imaginar una moneda según el patrón de mis gustos: el Simón Bolí­var de siempre de estampa gallarda y desafiante o el elegante perfil griego de la moneda que diseñó Barré.

Encarnó la parábola perfecta del héroe: tuvo mucha gloria en vida, pero terminó degradado y despreciado por su propio paí­s

Sin embargo, no es cómo concibamos al Libertador iconográficamente, sino cómo vemos al prócer, si como ese ser inmaculado, casi dios y explotado por mandatarios inicuos, o al hombre de carne y hueso, con virtudes y errores, temperamental, injusto a veces, visionario siempre, cuyo sueño fue la libertad de un continente y dio la vida en ello.

Encarnó la parábola perfecta del héroe: tuvo mucha gloria en vida, pero terminó degradado y despreciado por su propio paí­s. El agonizante de San Pedro Alejandrino pagó todas sus culpas. Sobra el añadido del bolí­var digital.

*Alicia ílamo Bartolomé es decana fundadora de la Universidad Monteávila

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