Liebre por gato

Gabriel Gutiérrez.-

Excelentísimo Rector Doctor Guillermo Fariñas Contreras; presidente honorario delegado del Consejo Superior, Presbítero Doctor Ignacio Rodríguez Mayz; miembros del Consejo Superior, autoridades del Consejo Universitario, profesores, graduandos, señoras y señores.

La mañana de hoy tiene un significado trascendental. Para mí, por este honor tan grande, que agradezco a las autoridades de la Universidad de todo corazón, de poder hablar en este acto de grado que, como explicaré seguidamente, tiene tanta significación.

Para ustedes, queridos graduandos, por su meta cumplida de ser licenciados y especialistas; y junto a ustedes, también para sus familias, sus amigos y todos sus compañeros de camino.

Y para toda la Universidad Monteávila (donde los egresados siempre han ocupado un lugar especial), porque hoy la universidad cierra un ciclo muy importante.

Hoy es el último acto académico del vigésimo quinto año de la Universidad. Faltaba este acto solemne para concluir los primeros 25 años de la UMA. Lo importante no es los 25 años transcurridos, como si la Universidad fuera coleccionista de meses (y ya tiene 300 meses) o le importara conseguir la meta de las 1.300 semanas. No. Celebramos más bien que la Universidad ha sido testigo del empeño de muchísima gente maravillosa que con su trabajo comprometido a lo largo de 1.300 semanas —ahora sí— ha hecho posible esta realidad viva que es nuestra universidad. Pero vayamos atrás.

El 15 de noviembre de 1999 —ayer se cumplieron 25 años exactos de aquel momento tan importante— el primer rector de esta Universidad, el doctor Enrique Pérez Olivares, dio la lección inaugural de ese año, que por ser el primer acto académico solemne de la Universidad, todos entendimos que sus palabras eran un resumen de las ideas madre de por qué aquellos gigantes de la intelectualidad venezolana quisieron fundar una nueva universidad. (Aquel discurso explica, entre líneas, por qué era preciso una nueva universidad, que se uniera a las otras instituciones de Educación Superior de Venezuela. Fundar: es 1 decir, poner nuevamente los fundamentos). Sus palabras finales, con las que me gustaría comenzar esta conversación inspiradora, fueron las siguientes:

Hemos emprendido nuestra marcha –decía aquel lunes en el auditorio de nuestra antigua sede–. Pedimos al Creador que sostenga a esta institución a lo largo de los tiempos en su vocación y en su tarea de llegar a ser lo que debe ser.

«Llegar a ser lo que debemos ser…»

—Doctor Pérez: la Universidad no ha llegado a ser lo que debe ser, pero en estos 25 años se ha mantenido la vocación y seguimos en la tarea. Por fin aprobaron la Facultad de Ingeniería y la Carrera de Economía. Y contando a los graduandos de hoy, rebasamos el número de los 5.000 egresados.

Llegar a ser lo que debe ser la Universidad. No se refiere a su despliegue material de nuevas instalaciones ni siquiera al prestigio por lo bueno que se ha hecho. Lo que la universidad debe llegar a hacer está conectado con su función transformadora de personas.

Por eso, mientras hablamos de cómo la Universidad Monteávila ha procurado conservar su vocación original, y ha sido constante en su tarea de llegar a ser lo que debe ser; quisiera conectar con la idea de que también a ustedes, queridos graduandos, les corresponde la tarea de llegar a ser lo que deben ser. (En realidad esto es un reto para todos, porque la vida es un don y una tarea, pero hoy los protagonistas son ustedes. Son los que más han luchado, que es eso lo que significa protagonista: proto, primero; agonistís: luchador o jugador). Y para comenzar la conversación, un buen punto de partida puede ser compartir con ustedes lo que la universidad ha intentado hacer para mantener su vocación, y para ser constante en su tarea por llegar a ser lo que debe ser.

Desde aquel 4 de octubre de 1999, la universidad nos ha dado liebre por gato. No gato por liebre, que como recoge la sabiduría popular refleja la viveza del tramposo, sino todo lo contrario: liebre por gato. Dar gato por liebre es engañar. Dar una cosa diferente, normalmente de menor calidad que la solicitada. Por lo visto, era normal hace muchos años servir en las ventas y hosterías carne de gato (que no es tan buena), haciéndola pasar por carne de liebre, conejo o cabrito. Nuestra Universidad ha hecho lo contrario: dar liebre por gato. Si atendemos a la literalidad de la expresión, diríamos que la Universidad nos ha dado carne de calidad, de mejor calidad de la que esperábamos, y además generosamente repartida. Veamos.

Nos acercamos a la universidad para conseguir una buena preparación profesional y nos dieron mucho más que eso: nos enseñaron a conocernos a nosotros mismos; como personas y según nuestra yoidad, porque no hay dos personas iguales. La formación humanística que han recibido, les ayudará a seguir mejorando, no solo en su profesión, sino en cualquier otra de las dimensiones de la persona. Liebre por gato.

Dispuestos a pasar muchas horas en las aulas, aunque luego descubriéramos que la vitalidad universitaria acontece en los pasillos, nos hubiéramos conformado con un pupitre convencional, pero nos encontramos con nuestros pupitres de lujo. Es indispensable cierto nivel de confort para vivir las virtudes. Liebre por gato.

Hubiéramos querido que los profesores nos dieran la explicación, la receta, los consejos prácticos…, y nos encontramos que muchos de ellos lo que querían era hacernos mejores personas. Porque para educar a las personas hay que quererlas, lo decía el Principito: solo se ve bien con el corazón. Liebre por gato.

Esta etapa tan importante de sus vidas la comenzaron en pandemia. Esperaban un contacto más humano, vivir la experiencia de una educación presencial: no solo no nos gustaba el profesor virtual, sino que tampoco nos sentíamos contentos con compañeros virtuales. Y cuando pudimos dejar el Zoom o el Google Meet, y pudimos regresar a la vida face to face, llegamos a conocer a quienes hoy son nuestros mejores amigos. Liebre por gato.

En los primeros años de la universidad la consigna era «crecer poco a poco». Fueron palabras del doctor Enrique Pérez Olivares en esa primera lección inaugural, pero, en realidad, la consigna iba más allá: quería decir que no podíamos dejar de «crecer poco a poco». Y descubrimos que «poco a poco» es en realidad la única manera de crecer. Liebre por gato.

Qué rápido nos dimos cuenta de que la universidad era más grande por dentro que por fuera, como decía el gran Chesterton refiriéndose al hogar. Y qué alegría descubrir que la universidad siempre tenía que ser más grande por dentro que por fuera. Liebre por gato

—Muchachos, no se conformen con dar gato. Con dar solo lo que les piden. Para «llegar a ser lo que debemos ser» hay que excederse, ir más allá. Hay más alegría en dar que en recibir. Pregúntele a cualquier boxeador.

Hay un autor alemán que nunca he leído, pero me lo he encontrado citado muchas veces. Goethe afirmaba que «Si no tratamos a las personas mejor de lo que merecen, las hacemos peor de lo que son». Aunque… él lo dijo con palabras menos provocadoras. “Trata a un ser humano como es y seguirá siendo lo que es, trata a un ser humano como lo que puede llegar a ser y se convertirá en lo que puede llegar a ser”. Lie-bre – por – ga-to.

¿Qué aprendieron en estos cuatro años? ¿Qué fue lo que aprendieron que no lo olvidarán nunca? O, mejor dicho: ¿qué desaprendieron?

A quienes fueron mis alumnos… Querida «Sociedad de la nieve». Lo logramos. Lo logramos juntos. Solo juntos podíamos lograrlo. Gracias por el regalo que me dieron. Me refiero al regalo de la atención. Algunas veces soltaban sus teléfonos y me prestaban atención. Gracias. También por ese otro regalo que fue su último examen final en nuestra asignatura de Temporalidad y trascendencia. Gracias por la confianza que tuvieron en contarme lo que allí escribieron. A veces solo hace falta el interlocutor adecuado. —Anoche, por cierto, volví a leerlos.

No sé exactamente por qué, pero uno empieza a llamar a su universidad Alma mater, una vez que se ha graduado. Los que como yo tienen conflicto para decidir cuál es su Alma Mater porque estudiamos en otra Universidad, pero trabajamos y queremos seguir trabajando en la Monteávila, pueden encontrar útil la siguiente información. Alma mater es una locución latina que significa literalmente ‘madre nutricia’ (que alimenta) y que se usa para referirse metafóricamente a una universidad.

Y ahora, algo que desaprender: la palabra Alma, no se refiere aquí al principio vivificador de todo ser vivo, pues en latín esa otra palabra es ánima. Sino que viene del adjetivo almus, -a, -um, que significa nutricio, de alere, alimentar.

Desde que llegaron aquí, la Universidad ha querido ser una Madre que alimenta. Y como las buenas madres, ella sabe que sus hijos la necesitarán siempre. Me quedo tranquilo porque sé que ya todos tienen el pin que los identifica como hijos de la Monteávila. Muchas gracias.

Gabriel Gutiérrez Vera es profesor fundador de la Universidad Monteávila

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