Noel Franceschi.-
Al poco tiempo de comenzar el año, quería compartir contigo estas reflexiones.
Nos dice San Josemaría en su libro Amigos de Dios: «Verdaderamente es corto nuestro tiempo para amar, para dar, para desagraviar. No es justo, por tanto, que lo malgastemos, ni que tiremos ese tesoro irresponsablemente por la ventana: no podemos desbaratar esta etapa del mundo que Dios confía a cada uno».
La brevedad del tiempo es una llamada continua a sacarle el máximo rendimiento de cara a Dios. Hoy, en nuestra reflexión personal, podríamos preguntarnos si Dios está contento con la forma en que hemos vivido el año que recientemente terminó. Si ha sido bien aprovechado o, por el contrario, ha sido un año de ocasiones perdidas en el trabajo, en la vida de familia, en las relaciones sociales, en nuestras obligaciones como ciudadanos. Preguntémonos, por ejemplo, cómo hemos reaccionado ante las dificultades: ¿Hemos abandonado con frecuencia la Cruz, porque nos hemos quejado con facilidad al encontrarnos con la contradicción?
¿Hemos sabido aprovechar las contrariedades y las cruces que Dios ha permitido para acercarnos más a Él? ¿Hemos sabido agradecer a Dios todo aunque no hayamos entendido sus planes y muchas veces no concordaban con nuestros planes? El cristiano siempre debe fomentar la esperanza y la confianza en Dios. Dios es nuestro Padre y quiere para nosotros lo mejor.
Cada año que pasa es una llamada para santificar nuestra vida ordinaria y un aviso de que estamos un poco más cerca del momento definitivo de rendir cuentas a Dios.
Al hacer examen de conciencia acerca del año que acabamos de terminar es fácil que encontremos omisiones en la caridad, quizás algunas veces nos habremos dejado vencer por la flojera en el trabajo, otras habremos notado una cierta pereza en nuestro trato con Dios, en ocasiones hemos actuado con poca generosidad, egoísmo, vanidad, poco espíritu de sacrificio, faltas de templanza, reacciones de mal carácter… Son innumerables los motivos para pedir perdón al Señor, haciendo actos de contrición.
Miramos cada uno de los días del año y nos damos cuenta que han sido muchas nuestras faltas y nuestros errores. Sin embargo, son incomparablemente mayores los motivos de agradecimiento, porque a pesar de todo, Dios siempre ha salido a nuestro encuentro para perdonarnos y ayudarnos como un Padre amoroso.
Está muy bien que deseemos muchas cosas buenas para nosotros y para los demás en este año que comienza, pero no podemos olvidar que un año bueno, para un cristiano, es aquel en el que tanto las alegrías como las contrariedades nos puedan servir para amar un poco más a Dios. En definitiva, un año bueno será aquel en el que hayamos servido mejor a Dios y a los demás.
Cualquier año puede ser «el mejor año» si aprovechamos las gracias que Dios nos tiene reservadas y que pueden convertir en bien la mayor de las desgracias. Para este año que comienza Dios nos ha preparado todas las ayudas que necesitamos para que sea «un buen año». No desperdiciemos ni un solo día. Además, no podemos olvidar que el brazo de Dios no se ha empequeñecido. Él es y será siempre el Dueño y Señor de la historia.
Muchas veces se suele decir año nuevo, vida nueva. A San Josemaría le gustaba decir en cambio: año nuevo, lucha nueva. Cada uno de nosotros debemos esforzarnos por ser mejores. Te copio lo que leí una vez, escrito por un anciano:
De joven mi oración consistía en decir a Dios: «Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo». A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transforme mi oración y comencé a decir: «Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho». Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Mi oración es la siguiente: «Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo». Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, quizá no habría malgastado mi vida.
Dios, al igual que nuestra familia y nuestra Patria, esperan mucho de nosotros en este año que estamos comenzando, no lo malgastemos.
*Noel Franceschi es el capellán de la Universidad Monteávila