El plan del juego

Postales de Praga

Felipe González Roa- 

Postales de Praga 

Durante este mes millones de personas en el planeta, amantes del balompié, asiduos a las modas de las mayorí­as, o simplemente ociosos curiosos, siguen atentos y ansiosos las aventuras que en Rusia se viven detrás de un balón. El Mundial de Fútbol es uno de los eventos más importantes de la humanidad y seguro al decir esta aseveración no se incurre en ningún tipo de exageración.

A miles de kilómetros de distancia, sentados frente a un televisor (o pegados a un smartphone, laptop o cualquier otro dispositivo similar) es posible disfrutar del empuje de Harry Kane, del vértigo de Kylian Mbappé, de la clase de Luka Modric, de los reflejos de Thibaut Courtois… Muchos habrán sufrido con el rápido adiós de Cristiano Ronaldo, con la melancolí­a de Lionel Messi, con el excesivo dramatismo de Neymar…

Siempre es entretenido apreciar las habilidades de los futbolistas, quedar maravillados con sus piruetas y malabares, admirar su entrega y resistencia a la derrota, pero conviene no olvidar que el fútbol es un deporte de conjunto. No es tenis, en el cual uno está a un lado de la cancha con una raqueta en la mano, pero solo, luchando con otro sujeto que también está lejos de cualquier tipo de compañí­a.

El fútbol es un deporte de equipo, por lo que todo esfuerzo individual se diluye sin ser capaz de alcanzar el fundamental ejercicio. Es imposible que un solo jugador cargue con toda la responsabilidad que corresponde a una oncena entera.

En ese momento es fácil dibujar paralelismos entre el balompié y la sociedad, trazar lí­neas que comparan lo que vemos en el césped y con lo que ocurre en algunos paí­ses y realidades próximas, muy próximas, a nosotros.

Y así­ podemos empezar a enumerar y hallarnos en las metáforas.

Están aquellos que apuestan todo a la idea de un salvador, a la búsqueda de un mesí­as que rescate de la mediocridad al equipo entero.

También puede encontrarse a los que son ví­ctima del histrionismo populista que sin motivo rueda por el césped aguardando engañar a todos los silbantes.

Imposible no notar a los que de un momento a otro son abandonados por aquel que prometió dirigirlos, quien, tras años de preparación, saltó del barco en el instante menos oportuno.

Otros, en cambio, no solo creen en la fortaleza del grupo, sino que a conciencia elaboran un plan de juego y lo ejecutan con máxima precisión y ferviente pasión.

Y en este camino no es extraño toparse con los que aguardaron con paciencia su momento, dando pasos seguros y constantes para llegar de las primeras coronitas al sitial más alto del merecido trono.

Por supuesto, también están los que reconocieron su talento pero simplemente no confiaron todo a las riquezas descubiertas sino que se dedicaron a trabajar con tesón para explotar al máximo sus destrezas.

Son estos los que finalmente alcanzan el éxito, y es en ese reflejo en el que nos debemos proyectar, como equipo y como ciudadanos. Pero hoy, lamentablemente, pareciera que estamos pendientes de la gambeta intrascendente y no del pase a gol y el abrazo al compañero.

*Felipe González Roa es director de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.

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