Historia y libertad | Una propuesta de unidad para lograr la superación de la tragedia venezolana

Carlos Balladares Castillo.-

Las cifras oficiales revelan un 70% de rechazo al gobierno. Foto: Félix Allueva

Ante el evento -porque no puede llamarse elecciones- del pasado domingo 20 de mayo, tanto los datos del organismo electoral del gobierno como los ofrecidos por la oposición, muestran una caí­da dramática de la participación si lo comparamos con elecciones presidenciales (o cualquier otra) desde que se poseen mediciones de las mismas.

Y todos sabemos que sus razones no responden a la apatí­a o una tradicional abstención como en los paí­ses desarrollados, sino al rechazo al régimen chavista-madurista en todos los sentidos junto a la destrucción de las condiciones de una elección realmente democrática. Pero incluso con sus cifras se puede identificar claramente el rechazo de más del 70% del  electorado.

El anhelo de cambio no para de crecer y se mostrará contundente cuando las condiciones para su expresión sean las viables. La meta de los demócratas debe ser esa: lograr las condiciones para que el pueblo pueda asumir su destino, ser ciudadano y no esclavo. ¿Cómo lograrlo? Con la unidad y la esperanza. La unidad operativa para evitar la dispersión del esfuerzo y las contradicciones, y la esperanza para animar en la lucha. A continuación ofreceremos algunas ideas al respecto.

1.- Olvido de lo pasado en lo referente a los hechos, ideas y conductas que generen división entre los demócratas. En relación a las ideas será inevitable que algunas se lleven a debate, pero se tendrá que saber seleccionar las fundamentales de las que no lo son, de manera que no se caiga en discusiones estériles. Por ejemplo: el asistir o no a las “elecciones” del domingo nos separó, pero ya ha pasado ese evento y el principal candidato opositor (Henry Falcón) no ha reconocido los resultados por la violación de las condiciones mí­nimas.

Este hecho nos vuelve a poner en sintoní­a a todos los opositores en la necesaria conquista del sufragio realmente democrático. No podemos quedarnos en el tema de la abstención como causa cuando es una consecuencia de lo que vivimos, pero incluso si dicha discusión genera conflictos ¡pasemos la página y centrémonos en las tareas por hacer posterior a ella!

2.- Unidad, pero no cualquiera, sino la que busque unas reglas de conducta entre nosotros, que incorporen la firme promesa de bajar el tono al debate evitando ofensas personales y estridencias. Para ello considero fundamental que los principales dirigentes reduzcan al mí­nimo las declaraciones en las redes sociales o que se lo piensen más de dos veces antes de publicar algo. En este sentido, reconozco que la campaña que llevó a cabo Henry Falcón fue bastante respetuosa en este sentido.

3.- Unidad en un programa mí­nimo común que plantee los ideales y las bases de las polí­ticas públicas que implementaremos una vez logrado el poder. Dicho programa debe ser la esperanza de democracia y prosperidad que anhelan las mayorí­as, y para ello debe ser votado por todos.

Existen varias iniciativas que ya lo han ido elaborando, lo que falta es acordarlo y hacerlo lo más atractivo posible. Nunca olvidemos en este sentido el éxito del Pacto de Punto Fijo desde 1958 hasta 1998 y en especial en la primera mitad de dicho perí­odo.

4.- Unidad en una estrategia, la cual debe incluir la selección por ví­a democrática de un conjunto de lí­deres (¡qué respetemos y aceptemos su labor de representación de nuestros intereses!) y la creación de los mecanismos de toma de decisiones que sepan combinar eficiencia y participación.

De esta forma todos los miembros de esta gran unidad serán escuchados, y al mismo tiempo todos tendremos que ser fieles defensores de las decisiones tomadas. Si votamos por dichos coordinadores junto a las reglas de la nueva organización que nos reúna a todos los demócratas más allá de lo electoral, ese mismo dí­a con nuestros votos deberemos comprometernos a hacer realidad nuestra voluntad.

Seremos militantes comprometidos por la democracia, y no individuos que anhelan libertad pero que no saben defenderla junto a sus iguales por lo cual terminan siendo devorados por la atomización.

5.- Unidad en torno a todas las manifestaciones democráticas. Me refiero al apoyo de todas las protestas que exigen el respeto a la ley y los derechos, y saber darle el sentido polí­tico a las mismas. Estar con la gente que sufre pero al mismo tiempo saber guiarlos a la acción polí­tica. Pero también desarrollar todo los ámbitos no polí­ticos que fortalecen la utopí­a con la que soñamos: una sociedad abierta y libre. En este sentido toda expresión cultural debe ser apoyada para lograr la tan anhelada formación ciudadana.

6.- Unidad en las prioridades estratégicas. Considero que la lucha por las condiciones electorales democráticas debe estar en el primer lugar, y el pueblo el 20 de mayo lo dijo claramente: no voto en farsas electorales. La protesta no pueden abandonar esta meta, debe estar todo el tiempo en el discurso y en las exigencias para lograr un nuevo Consejo Nacional Electoral y el respeto a las condiciones mí­nimas.

7.- Unidad con la comunidad internacional democrática que nos apoya en nuestra lucha y con la diáspora venezolana. Debemos actuar coordinadamente para lograr la meta común, tanto los Estados como los venezolanos que protestan afuera. En este sentido, creo que el apoyo debe superar (sin eliminar) lo polí­tico y buscar las formas para que por medio de nuestra organización unitaria se asista a tantos venezolanos que están en la miseria.

8.- Unidad nacional que incorpore a todas las instituciones y actores del paí­s, y que sea capaz de iniciar un proceso de reconciliación con justicia. Que inicie conversaciones con todos para comenzar la transición a la democracia, eliminando de nuestro lenguaje todo descrédito, de modo que muchos no teman volver o ingresar a las filas de la democracia.

No está siendo fácil ni lo será, pero no podemos seguir peleándonos entre nosotros. Muchos hablan de unidad pero la misma necesita que establezcamos claramente su forma, sus reglas y sus metas. No dejemos de nombrarla e iniciemos un diálogo entre todos los que anhelan la libertad. Es un sueño que vale la pena y que cada dí­a está más cerca. Está en nuestras manos, no lo dejemos morir.

*Carlos Balladares es profesor de la Universidad Monteávila

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