Pensamientos familiares | La tarea secreta

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Mercedes González de Augello.- 

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Foster W. Cline y Jim Fay estudiaron el sí­ndrome de la mamá helicóptero. Foto: CurioSfera.com

Les voy a contar algo. En el colegio de mi hija pequeña, que tiene 5 años, las maestras tienen un recurso didáctico que llaman la tarea secreta. Consiste en decir a las niñas una instrucción, que no aparece escrita en el enunciado de la actividad que corresponde en el cuaderno y que ellas deben recordar. Puede ser cualquier cosa, normalmente fuera de lo común, como pintar una ranita de rosado, hacerle bigotes al caballo o dibujar un corazón al final de la hoja.

La primera vez que mi hija pintó un árbol naranja, al dí­a siguiente un oso verde y el al otro dí­a las patas del cangrejo moradas, me asombró y le dije que debí­a pintar las cosas del color que son (eso habí­a sido una lucha el año anterior, porque en el criterio artí­stico de mi pequeña las cosas eran multicolor) pero me aseguró que su maestra se lo habí­a mandado. Por supuesto dudé y le dije que no, pero cuando cada dí­a vení­a con una instrucción distinta entendí­ el sentido de lo que estaba pasando.

Con esto se busca que comiencen a ejercitar la atención a las instrucciones dadas en el colegio, la responsabilidad ante sus deberes, la memoria y la independencia de sus padres. Me pareció maravilloso, ya que una de las cosas que más nos cuesta es dejar solos a nuestros hijos haciendo sus tareas y permitir que ellos asuman la responsabilidad de realizar a tiempo sus deberes y de la mejor forma posible. Resistir la tentación de rellenar los espacios en blanco del dibujo o hacer los márgenes derechos es todo un reto para los adultos.

El cuento sigue en el chat de las mamás del salón. Luego del tercer dí­a de tarea secreta el chat se convirtió en el lugar de encuentro de las ansiedad de las mamás ante las locuras de sus pequeñas y comenzaron las preguntas: “cuál es la tarea secreta de hoy que a mi chiqui se le olvidó”, “es cierto que deben pintar las manos del dinosaurio de azul, nooooo, mi hija dice que de verde y el sombrero del niño fucsia, cuántas estrellas hay que hacer 1 o 2… y así­ cada dí­a las mamás llegaban al gran acuerdo de cuál era la instrucción, se la decí­an a sus hijas y destruí­an todo el objetivo educativo de la tarea secreta. La necesidad de evitar que sus hijas se equivoquen, que queden mal ante sus maestras y facilitarle todo es mucho más grande que pasar por alto una norma educativa.

Este cuento simpático y cotidiano es un claro ejemplo de lo que los médicos norteamericanos Foster W. Cline y Jim Fay denominaron el “sí­ndrome de la mamá helicóptero” en su libro Ser padres con amor y lógica,  que define a esos padres que sobrevuelan todo el dí­a sobre sus hijos con el fin de procurar lo mejor para ellos, pero que terminan perjudicándolos para toda la vida.

Es muy común ver padres que no quieren asumir que sus hijos pueden hacer cosas por si mismos, por lo que los ayudan constantemente con lo que crean en los niños una sensación de inseguridad y la necesidad de más cuidado y atención del que realmente necesitan. Son padres sobreprotectores, que no asumen que sus hijos son independientes y que a su nivel pueden ser responsables de sus actos.

El problema de este tipo de crianza no es tan patente cuando son pequeños, pero si a largo plazo. Este cuidado excesivo y desproporcionado forma hijos que no aprenden a asumir responsabilidades porque siempre hay alguien que lo hace por ellos, son inseguros porque nunca tienen la oportunidad de decidir solos, de equivocarse y aprender de sus errores y dependen constantemente de la aprobación del otro porque no tienen confianza en sus capacidades.

Por esto muchas veces vemos en nuestras aulas jóvenes que no terminan de despegar, que parecieran estar atados a una incapacidad que no los deja actuar, motivarse, decidir y que constantemente están esperando que otros hagan y solucionen lo que deberí­an hacer ellos mismos y, pero aun, se ve como los padres aplauden e incentivan estas actitudes.

Debemos criar a nuestros hijos y ayudar a nuestros alumnos para que aprendan a hacer buen uso de su libertad y sean capaces de captar y buscar el bien por si mismos, porque llegará el dí­a que mamá no sobrevuele alrededor todo el dí­a y si no los hemos educado para ésto los errores y dificultades que tendrán que afrontar serán cada vez más retadoras. Es preferible que se equivoquen en la tarea secreta y aprendan a asumir sus responsabilidades y equivocaciones poco a poco, a que lleguen a ser adultos incapaces de asumir los retos y exigencias de la vida.

*Mercedes González de Augello es decana de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la Universidad Monteávila.

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