Seguridad y desconfianza, debate en torno a las alcabalas del Dgcim de Boleí­ta

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Francisco Coronel Mejí­as.-

Dgcim Boleí­ta
La presencia de funcionarios armados genera incomodidad. Foto. A Todo Momento

Alrededor de los meses de abril y mayo del año pasado la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) estableció puntos de control en el sector de Boleí­ta Norte, alegando como motivo el incrementar la protección de la zona. Al dí­a de hoy, esos puntos se han multiplicado y cada vez hay más alcabalas de militares en el área. Para algunos son reflejo de seguridad, para otros generan incomodidad y desconfianza.

La instalación de estos puntos de control ha generado en la población de Boleí­ta una serie de reacciones muy disí­miles, algunas de í­ndole negativo y otras positivo. En la Universidad Monteávila (UMA), ubicada a muy pocos metros de estas alcabalas, eso no ha sido diferente.

Andrés Rodrí­guez, estudiante de 4º año de Comunicación Social de la UMA, mostró su absoluto rechazo hacia la presencia de estos funcionarios en los puntos de control. En una oportunidad fue llevado hasta las instalaciones del Dgcim por haber tomado fotos a la cola generada por la presencia de este mecanismo de control.

“Yo tení­a examen y estaba mucho más atrás del punto desde donde trancan la entrada a Boleí­ta desde la Cota Mil y tomé una foto porque esa tranca no me permití­a pasar. Los agentes de seguridad me vieron y decidieron que me bajara del vehí­culo, que me iban a retener el teléfono y que tení­a que acceder a la sede del Dgcim, junto a otro chamo que también hizo lo mismo. Me llevaron al sótano. Jamás me permitieron contactar a alguien. Cuando llegué ahí­ me pegaron contra una pared. Nos decí­an que no los podí­amos ver, que nos iban a meter presos, y cualquier tipo de comentario degradante.”

El joven relató que luego de unos minutos los llevaron a otra oficina y los amenazaron con trasladarlos hasta la sede de El Helicoide. “Al final, solo nos mandaron a hacer trabajos forzosos. Dijeron que para no hacernos daño, nos poní­an a hacer una especie de servicio comunitario. Revisaron nuestros teléfonos y nos hicieron firmar una carta que especificaba que no podí­amos de ninguna manera sacar a relucir lo que nos pasó, ni todos los derechos que nos infringieron”, indicó el estudiante.

El profesor Rafael Punceles, miembro de la comunidad universitaria de la Monteávila también mostró su desacuerdo con la presencia de estos funcionarios en esta zona, al considerar que incluso son un alto riesgo para las personas que frecuentan el sector, al portar armas largas.

“Esta es una zona que es mezcla entre residencial e industrial, también educativa porque está la universidad y colegios cerca. No veo por qué tienes que tener un cuartel que se utiliza justamente para meter a presos polí­ticos, o por razones de rebelión y que, al mismo tiempo, pongas en riesgo a las personas que están a tu alrededor, poseyendo armas largas de guerra. Si alguien quiere hacerle algo a ellos, podemos vernos involucrados en un cruce de fuego, en el cual no deberí­amos estar expuestos”, manifestó.

En cuanto al incremento en el nivel de seguridad que ofrecen las alcabalas del Dgcim, Rodrí­guez puso en duda su eficacia, al explicar que un dispositivo de seguridad era útil y necesario solo cuando la persona se siente “totalmente protegida por un órgano encargado al cual yo puedo depositarle mi confianza ante una hipotética situación y ellos puedan hablar conmigo. Por eso, la seguridad que ellos brindan es entre comillas”.

Asimismo no ve la necesidad de perpetuar la presencia de los funcionarios de manera indefinida en este sitio, porque –a su parecer- eso solo implicarí­a perturbar más la tranquilidad de la zona. Además rechazó la presencia de presos polí­ticos en las instalaciones del Dgcim.

Sin embargo, otras personas sí­ se sintieron seguras y complacidas ante la presencia de funcionarios, al asegurar que la instalación de las alcabalas ha disminuido la incidencia de ciertos delitos que eran comunes antes de la existencia de estos puntos de control hace casi un año.

Entre los que reconocen la necesidad de los puntos de control, a pesar de la incomodidad que pueden generar en cuanto al tema vialidad, están los vigilantes de distintas empresas que hacen vida en torno a los puntos de control.

Un vigilante, que pidió resguardar su nombre, indicó que la presencia de los funcionarios ha ahuyentado a algunos “delincuentes” que luego de robar las pertenencias de las personas tomaban la ví­a rápida hacia la Cota Mil y era más difí­cil ubicarlos. Reconoce a veces el problema de vialidad, pero indica que “una cosa por la otra”.

Por su parte, el coordinador de Supervisión y Seguridad de la UMA, Ricardo Vásquez, la seguridad en el área definitivamente ha aumentado. “Algunos años atrás robaban mucho en la calle El Buen Pastor, sobretodo a los estudiantes, que los veí­an afuera con sus laptops, tablets y teléfonos. Antes también se veí­an muchos motorizados. Todo eso se acabó desde que se instaló la alcabala de la Dirección Militar”.

Vásquez aseguró que la universidad nunca ha tenido problemas con el Dgcim. “A veces los militares paran en las alcabalas, pero uno dice que va para la universidad y no ponen mayores inconvenientes. La cosa ha estado tranquila y mantenemos una relación de buenos vecinos”, recalcó.

A diferencia de otros entrevistados, Vásquez sí­ está de acuerdo con la permanencia de los puntos de control, al acotar que una vez que pusieron ese puesto del Dgcim se acabaron los robos en los alrededores. “De alguna forma nos han brindado, por lo menos en la parte del frente, protección”.

El jefe de seguridad sí­ considera que los niveles de protección en la zona la han convertido en una especie de zona militar, “pienso que con la alcabala que habí­a de la Guardia Nacional Bolivariana, que estaba al lado de los kioscos, era más que suficiente”.

*Francisco Coronel Mejí­as es estudiante de la Universidad Monteávila

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