Rafael J. Avila D.-
En el artículo anterior, luego de haber culminado la revisión de las consecuencias causadas por las formas en que el gobierno trata de resolver la inflación -un corregir errores con errores-, lo que podemos llamar efectos colaterales de la inflación, y que no son muy evidentes; y luego de haber hecho reflexiones en cuanto al tema inflacionario, continuamos planteando las que podrían ser algunas soluciones al tema. En este artículo, continuaremos planteando otras.
Ya comentamos sobre amarrar las manos al gobierno vía cláusulas legales, sobre la responsabilidad que se requiere del estamento político, sobre medidas o reglas monetarias como el Patrón oro, competencia de monedas, dolarización, sobre instaurar una Caja de conversión, sobre la regla del NGDP Targeting, sobre una estrategia integral para Des-indexar la economía, sobre la NRI Rule, sobre la Regla de Taylor y sobre la Regla monetarista o de Friedman.
Continuemos revisando lo que podrían ser algunas soluciones a la inflación, trabajando sus causas, y así evitar sus muy nefastas consecuencias. Recordemos que para resolver el problema inflacionario, los gobiernos acuden a controles de precios, con el argumento que si la inflación es el alza de los precios, entonces la solución es sencilla: controla el precio. Y ya hemos reflexionado en artículos anteriores, que esa terapia no sólo no resuelve el problema de fondo, sino que además empeora la situación con terribles consecuencias.
Hemos hecho un diagnóstico en muchas aristas del problema, y espero haber logrado transmitir la idea de lo importante que sería para nuestras sociedades el control de la inflación.
Lo primero es recordar el origen del problema y enfocar al responsable: el gobierno. Entonces, si la raíz de todos los problemas enunciados a lo largo de esta serie de artículos está en la inflación, y esta sólo la puede generar el gobierno, pareciera que lo que hay que hacer es evitar la inflación, forzando a que el gobierno no la genere.
Veamos otra medida que controlaría la inflación, pero que requiere de un Parlamento alineado a los intereses del pueblo.
Regla de Hayek:
La regla monetaria desarrollada por Friedrich von Hayek, galardonado con el Premio Nobel de Economía en 1974, también se basa en la teoría cuantitativa del dinero.
Partiendo de la ecuación: M x V = P x y,
Donde,
M: es la oferta monetaria.
V: es la velocidad de circulación del dinero.
P: es el nivel general de precios.
y: es la producción real o física de bienes y servicios.
Hayek, aunque se inclina por desnacionalizar la moneda, es decir, por quitarle el monopolio de emisión a un banco en específico, el banco central, y descentralizar la emisión en bancos privados para que compitan las monedas entre sí; al reflexionar sobre la mejor política monetaria que podría tratar de aplicar un banco central, señala que esta debe intentar ser lo más neutral posible en relación con el ahorro y la inversión, lo que significa que el banco central debe mantener constante el ingreso o PIB nominal en la economía, M x V (oferta monetaria multiplicada por la velocidad de circulación del dinero).
Por lo tanto: M x V = k: constante = P x y.
Ya el objetivo de la política monetaria no es la estabilidad de precios, como en el caso de la propuesta de Friedman, sino que es estabilizar el ingreso nominal.
Entonces:
Si la producción real de bienes y servicios, «y», aumenta, ceteris paribus, el banco central no debería intervenir: debería dejar caer los precios, P.
A diferencia del main stream en la ciencia económica, Hayek no ve a toda deflación como perjudicial; es decir, para él hay deflaciones que pueden ser sanas: si la economía crece genuinamente, por ejemplo, por alcanzar mayores niveles de productividad, debiera darse un proceso de deflación, los precios deberían caer. Hayek por lo tanto no encuentra motivos para aplicar políticas anti-cíclicas en dicho período. En el mercado de computación y telefonía móvil se da un ejemplo de deflación sana: en los últimos 25 años, por lo menos, los precios de las computadoras han disminuido al ritmo de un aumento en la producción y calidad en la producción.
Señala Hayek en su obra Precios y Producción (1931), ilustrando el consenso que sobre el tema había en los años 1930:
“El que no haya ningún peligro en que los precios caigan cuando la producción sube ha sido subrayado una y otra vez, por ejemplo por A. Marshall, N. G. Pierson, W. Lexis, F. Y. Edgeworth, F. W. Taussig, L. Mises, A. C. Pigou, D. H. Robertson y G. Haberler.”
En el mismo orden de ideas, si el nivel general de precios, P, cae, el banco central debería observar las otras variables, pues para Hayek no es igual que los precios desciendan por un aumento genuino de la producción real de bienes y servicios, «y», que por una caída de la velocidad de circulación del dinero, V.
Una crítica a la Regla de Friedman, a la luz de la de Hayek, es que intentar mantener el nivel de precios estable ante aumentos en la productividad, afecta los precios relativos de forma innecesaria.
Finalmente, si la velocidad de circulación del dinero, V, desciende, ceteris paribus, el banco central debería reaccionar aumentando la oferta monetaria, M. En este punto hay consenso entre Friedman y Hayek: ambos proponen tratar de evitar la contracción secundaria de dinero.
Ahora, detallando un poco más, es posible que tanto el nivel general de precios, P, como la producción real de bienes y servicios, «y», se muevan por efectos indirectos ante variaciones en los niveles de productividad, situación en la que un ajuste monetario se haría necesario.
Si la producción se incrementase, debido tanto por aumentos de productividad como por aumentos en la oferta de factores de producción, entonces M x V debe incrementarse en la misma proporción que suba la oferta de factores de producción. Si hay un aumento de cierta magnitud en la productividad, y el nivel de precios cae en mayor proporción, compuesto tanto por cambios en la productividad como por un aumento en la demanda de dinero (siendo ésta elástica respecto a cambios en el ingreso real), entonces la masa monetaria M x V debería aumentarse en la misma proporción en que aumentó la demanda de dinero. Lo inverso ocurriría si la demanda de dinero fuese inelástica respecto a cambios en el ingreso real.
Como se puede ver, la Regla de Hayek propone cambios en la oferta de dinero de acuerdo a cambios en la demanda de dinero, y no según diferenciales de inflación ni se trata de un intento de producir artificialmente cambios en el nivel del PIB.
La Regla de Hayek, intentando mantener M x V (per cápita) constante, puede decirse que es un reflejo de lo que sería un orden espontáneo en el mercado: apunta a lo que sería el resultado natural y espontáneo del mercado.
La Regla de Hayek es un caso particular de la norma de productividad. Esta es más un principio que una política puntual: implica que el nivel de precios debe poder oscilar libremente de forma inversa a los cambios en productividad. Es decir, al haber aumentos de productividad el nivel de precios debe poder disminuir, y al haber pérdidas de productividad el nivel de precios debe poder aumentar. La norma de Productividad ilustra lo que una política monetaria eficiente debe replicar, pero no dice en sí cómo puede hacerlo el banco central.
La Regla de Hayek está más cerca de ser una recomendación de política monetaria, que intenta emular el comportamiento de la norma de productividad. Pudiera decirse que la norma de productividad es el fin de la política monetaria, y la Regla de Hayek es uno de los medios existentes para llegar a ese fin: es una de las posibles aplicaciones prácticas, o principio de política monetaria. Dicho de otra forma, en presencia de un banco central, la Regla de Hayek es una primera aproximación a qué política monetaria se debe seguir, pero no es la única y tampoco es perfecta. Tiene sus beneficios y sus limitaciones.
Bueno amigos, dejémoslo en este punto por los momentos. Con la Regla de Hayek concluimos la revisión de las reglas monetarias a las que el banco central podría ceñirse.
En el próximo artículo continuaremos planteando las que podrían ser algunas soluciones al problema inflacionario, como por ejemplo, instaurar y ceñirse a un arreglo monetario institucional distinto.
Entender la economía política de la inflación y de los controles, identificar ganadores y perdedores, nos permite entender por qué es difícil cambiar el statu quo.
*Rafael J. Avila D. es Decano de la Faculta de Ciencias Económicas y Administrativas, Universidad Monteávila