Reflexiones universitarias | Los hábitos necesarios para el paí­s (IV)

Fernando Vizcaya Carrillo.- 

El venezolano necesita encontrar soluciones a la crisis. Foto: Rubén Sevilla

En general, podemos hablar de un consenso sobre el pensamiento de que la educación es el camino más importante, quizá el único para resolver situaciones. Así­ comenta un autor clásico, La educación participa en la vida y el crecimiento de la sociedad, así­ en su destino exterior como en su estructuración interna y en su desarrollo espiritual. Y puesto que el desarrollo social depende de la conciencia de los valores que rigen la vida humana, la historia de la educación se halla esencialmente condicionada por el cambio de los valores válidos para cada sociedad. A la estabilidad de las normas válidas corresponde la solidez de los fundamentos de la educación.

Aquí­ nos conseguimos con problemas serios, de difí­cil solución porque tenemos un obstáculo grande –saber pensar con rectitud-. Nuestro paí­s no progresa, en el sentido más palmario de la palabra. No logramos salir de una situación que podemos llamar caótica. Pero además no vemos salida.

Quisiera detenerme un poco en esas últimas afirmaciones. No vemos salida, porque realmente no pensamos en salir del problema. No hay racionalidad en los dirigentes, de tal tipo que puedan tomar medidas que resuelvan cosas. Nos falta esa prudencia necesaria en los dirigentes. No pensamos, no sabemos, no consultamos. ¿Y todo eso porqué?

Me parece, y siendo esto una opinión, cabe la posibilidad de refutarla o probar elementos contrarios a lo que voy a escribir. Vivimos en un ambiente moral depravado. Estamos moralmente enfermos, pues nos hemos acostumbrado a decir una cosa cuando en realidad pensamos otra diferente.

Hemos aprendido a no creer en nada, a no prestar atención a los demás y a ocuparnos sólo de lo inmediato que nos atañe, del momento que estamos viviendo. Nociones como amor, amistad, misericordia, humildad y perdón han perdido su dimensión más grande: es decir son absolutamente necesarias. Sin ellas no podemos avanzar.

Cuando hablo de la degradación moral, del ambiente y las personas, no me refiero a cosas o conductas esporádicas, sino a formas de vivir, que se han vuelto cotidianas. Tenemos noticias de sucesos verdaderamente degradantes, desde crí­menes personales, o grupales –llamadas masacres-, hasta robos por peculado o de bienes particulares con frecuencia inimaginable, que nos resultan ordinarias, no nos llaman a reflexionar. Como han dicho muchas veces, perdimos la capacidad de asombro.

Pero siendo conscientes de esta situación podemos comenzar a mejorar. El primer problema allí­ es que no estamos conscientes. No sabemos, no reflexionamos sobre lo que sabemos.

Pero esto tiene solución. Siempre la hay. El venezolano tiene reservas de moralidad de años de educación familiar y formal. Basta hablar con serenidad con amigos y lo comprobamos. Por eso creo que el carácter esperanzador de esta situación es que el ser humano tiene capacidad de elevarse hacia algo superior. En segundo lugar, volver a tradiciones humaní­sticas que están en la estructura í­ntima del venezolano.

Educar en valores y cultivar hábitos. Esos son los medios de la recuperación. Necesitamos laboriosidad. Trabajar realmente en el área en la cual nos movamos. Necesitamos practicar la humildad de sabernos culpables de una u otra forma, para poder comenzar a construir una mejor patria.

Dos hábitos que tienen que ver con la libertad personal y con la posibilidad real de crecer en ambientes humanos, pues lo actual no es precisamente humano sino una degradación, en las costumbres y en la moral.

*Fernando Vizcaya Carrillo ([email protected]) es decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Monteávila.

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