Reventa de boletos para la LVBP tocada por la inflación

Roberto Carrasquel.-

Revendedores llegan a tempranas horas. Foto: Roberto Carrasquel.

Desde 20 mil hasta 90 mil bolí­vares oscilan los precios de reventa en el Estadio Universitario de Caracas por parte de los llamados revendedores de boleterí­a, quienes se apoyan en puntos de venta para garantizar la compra de los boletos por parte de los fanáticos ante la crisis de efectivo.

Desde horas antes al partido Navegantes del Magallanes-Tiburones de La Guaira se aprecian en los alrededores del estadio cerca de 30 personas con boletos en mano, que ofrecen entradas “para cualquier zona”, con un considerado incremento de precios. Es así­ como un ticket que cuesta cuatro mil 866 bolí­vares es ofertado hasta en 20 mil bolí­vares. 

Los hombres y mujeres se apoyan en un croquis del estadio de la Universidad Central de Venezuela para ayudar al fanático a escoger la mejor ubicación, esto ante la mirada inerte de funcionarios de la Policí­a Nacional Bolivariana, vigilantes de la UCV y fanáticos que hacen su cola en las taquillas correspondientes, no sin manifestar su malestar por esta situación, que se repite año a año.

 Pedro Rodrí­guez, de 55 años, llegó dos horas antes al estadio, con su esposa e hijos,  para disfrutar del partido de la liga de béisbol venezolana. Mientras hací­a su cola mostró su pesar por una situación que observa desde que era niño y que nunca ha aceptado. Sin temores calificó a los revendedores como un “cáncer”.

Los precios superán en más de 500% la tarifa oficial. Foto: Roberto Carrasquel.

 Asimismo se manifestaron dos vigilantes quienes afirmaron estar totalmente en desacuerdo con esta acción y reconocieron que el control de la situación “se escapa de sus manos”. Los dos trabajadores de seguridad presumen que detrás de la reventa existe algún tipo de “mafia” y aseguraron que los partidos más difí­ciles de controlar son los Leones del Caracas-Navegantes del Magallanes, clásico del béisbol nacional.

Recomendaron la implementación de un sistema de captahuellas que serí­a adaptado para controlar la venta de boleterí­a en el estadio: “Ellos llegan con 10 cédulas en mano y compran las entradas, dicen que es para su familia y se las venden, pero con las captahuellas serí­an marcados y ya no podrí­an volver a comprar”, asegura uno de los vigilantes.

Por su parte, Luisa, comerciante de souvenirs en el estadio, indicó, desde el anonimato, que la situación de la reventa de boletos ya tiene muchos años. La mujer en cinco años que tiene como trabajadora ha conocido a muchos revendedores. Asegura que esta actividad responde a “una mafia controlada”, en donde intervienen policí­as y funcionarios militares, y donde nada queda fuera del control por parte de los implicados en el acto.

La mujer rechaza esta acción, al considerarla un robo a la fanaticada, ya que los revendedores “se hacen con los mejores boletos para luego ofrecerlos a altos costos a los fanáticos”. Afirma que la inflación y el constante “aumento del dólar negro” inciden en el costo de los boletos revendidos.

Vigilantes se reconocieron de manos atadas. Foto: Roberto Carrasquel

“Muchos de ellos son obreros de la construcción que se dedican a revender los boletos durante la temporada de béisbol. Otros se van del paí­s hacia Colombia o a Ecuador, en busca de otra forma de hacer dinero y ganarse la vida, al terminar la temporada”, indicó la comerciante.

A medida que pasan los minutos se aprecia a supuestos revendedores salir de una de las taquillas del estadio con boletos en mano, sin antes hacer las colas, mientras que los fanáticos esperan por su respectiva venta. A las 2:30 de la tarde ya solo hay entradas para las sillas verdes, al lado de las gradas, mientras que los vendedores informales ofrecen cualquier ubicación.

Hender Hernández, de 38 años, asegura que este inicio de temporada ha estado lento y se aprecia “vací­o” el estadio comparado con años anteriores. Afirma que cada vez viene menos gente por los costos de la boleterí­a, además de la incomodidad que le genera al fanático el llegar a la UCV y no encontrar puestos vacantes ya que los boletos están en manos de los revendedores, situación que se agrava en partidos puntuales. “Poco a poco se deteriora la posibilidad de ir al estadio”, indica.

 Otro tema que afecta al fanático que asiste al estadio es la dificultad para estacionar sus vehí­culos, ya que el costo del estacionamiento de la UCV tiene un monto de 12 mil bolí­vares, que debe ser pagado en efectivo.

A medida que avanza la jornada, los revendedores siguen ofreciendo su producto y la presencia de prensa en los alrededores del estadio comienza a molestarlos, alertando a los comunicadores sobre el contenido de las preguntas. Policí­as, fanáticos y vigilantes siguen su rutina a pocas horas de comenzar el nuevo partido de béisbol de la temporada venezolana.

*Roberto Carrasquel es estudiante de la Universidad Monteávila. 

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