Iconoclastas de hoy

Alicia ílamo Bartolomé.-

En el siglo VIII de nuestra era se dio, en la iglesia bizantina, un movimiento anti imágenes, parecido al judaí­smo, al islamismo y, como posteriormente, al protestantismo. El Dios de Abraham, Isaac y Jacob, siendo el ser invisible e infinito, es irrepresentable, incluso, innombrable.

Sin embargo, los cristianos, también hijos de Abraham, tienen a Cristo, el Verbo, segunda persona de la Santí­sima Trinidad, que encarnó para redimirnos y; por lo tanto, es Dios y Hombre, una persona con dos naturalezas.

Esa naturaleza humana de Jesús tuvo -tiene- talla, peso y medida, es visible, tocable, huele, escucha y habla. Hoy es cuerpo glorioso, pero de estar en esta tierra, como lo estuvo en los años iniciales del primer siglo, tendrí­a documentos personales: partida de nacimiento, cédula de identidad, pasaporte…

Luego, es representable sin que se cometa un sacrilegio, como lo son también la Virgen Marí­a, san José, todos los santos y cualquier hijo de vecino.

La Iglesia Católica ha utilizado siempre esta imaginerí­a como eficaz medio catequí­stico

Todos tenemos fotos de nuestros seres queridos: padres, hijos, amigos, a lo mejor colocadas en un sitio visible del hogar, las miramos con cariño y respeto, no las adoramos, como tampoco lo hacemos con las imágenes de la  Virgen y los santos. Sólo adoramos la imagen de Jesucristo porque es Dios.

La Iglesia Católica ha utilizado siempre esta imaginerí­a como eficaz medio catequí­stico, por ser un lenguaje  directo y comprensible para los analfabetas.

En el año 726, el emperador bizantino León III, influido por reformistas fanáticos que nunca faltan, decretó la abolición de las imágenes en los templos y sitios públicos.

Imagen en griego se dice icono y de allí­ que a los fanáticos de esta abolición y demolición se les llama iconoclastas.

En 787, el segundo Concilio de Nicea, aclaró las cosas y restableció las imágenes en los sitios de culto. La iconoclastia parecí­a vencida, pero todo vuelve.

Hoy quieren acabar con todo eso porque, como los subdesarrollados gobernantes nuestros, surgen furibundos colonclastas

Ahora, han aparecido los iconoclastas contemporáneos. Aquí­ mismo, en Venezuela, el conductor del socialismo del siglo XXI, decretó el abatimiento de cuanta estatua de Cristóbal Colón hubiese en el paí­s, porque el descubridor y sus secuaces eran sólo criminales aventureros, torturadores de indios, ladrones de nuestras riquezas, por eso el nombre del Dí­a de la Raza debí­a ser reemplazado por el Dí­a de la Resistencia Indí­gena. ¿Cuál resistencia? ¿La de los indí­genas cambiando perlas por espejitos?

Y esta suerte de colonclastia ha germinado y se ha extendido hasta los  Estados Unidos. Allí­, donde siempre habí­an festejado el Descubrimiento y la inmortal figura de Cristóbal Colón con un lucido y emotivo desfile anual, además de llamarse Columbia la  prestigiosa universidad de Nueva York y otras instituciones, hoy quieren acabar con todo eso porque, como los subdesarrollados gobernantes nuestros, surgen furibundos colonclastas, por supuesto, de rencorosa y extrema izquierda. Pero no basta el Almirante como piedra en el zapato, ahora la colonclastia se ha convertido en hispanoclastia. ¡La vergonzosa discriminación que no muere en ese paí­s!

Ya habí­a leí­do y en estos dí­as se ha recrudecido, la persecución contra las estatuas de san Juní­pero Serra, el gran evangelizador y protector de los indí­genas de California. Ese territorio está colmado de ciudades y pueblos con nombres hispanos, muchos prolongación de las misiones que fundó fray Juní­pero.

El fraile franciscano caminó a pie con una pierna enferma hasta México, para pedir al virrey su intercesión a favor los nativos y en contra de los aventureros españoles, ávidos de riquezas, corruptos y crueles. Por algo su escultura está -o estaba, sé que pidieron su desalojo- en el edificio del Congreso de los Estados Unidos, en Washington, como uno de los fundadores de la patria.

También en Texas y Florida hay vestigios de la colonización española, no sé si los irán a borrar. Hace muchos años hice con unos sobrinitos una excursión por Florida incluida la visita a Disney World. Una semana sin poder oí­r misa ni siquiera el domingo, por distancias enormes sin transporte, sólo el autobús de la excursión…, hasta que llegamos a San Agustí­n.

Allí­, el parque de la Fuente de la Juventud, que, según la leyenda, Juan Ponce de León, el descubridor de Florida, buscó sin encontrar; y una iglesia católica y colonial muy cerca del hotel. Por mis venas corrió un calor filial conocido y exclamé con todo mi corazón: ¡Viva España!

*Alicia ílamo de Bartolomé es decana fundadora de la Universidad Monteávila 

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