Cenizas

Alicia ílamo Bartolomé.-

Hoy es ese miércoles que inaugura la cuaresma. Ayer terminó el carnaval, cuando se suelta la buena conducta y se cae en celebraciones orgiásticas.

Es una suposición, no una aseveración, mucha gente celebra el carnaval sanamente con la única travesura de bañar y bañarse de agua. La mayorí­a en Venezuela toma el camino de la playa para bañarse también, pero de sol y de agua salada.

No sé si la gente tiene muy claro que el Miércoles de Cenizas comienza la Cuaresma, tiempo penitencial para preparar la más importantes de las fiestas cristianas: la resurrección de Cristo el Domingo de Pascua. Pocos saben que en este miércoles deben hacer ayuno y abstinencia los que estén en edad de hacerlo, no los niños ni ancianos. La Iglesia contemporánea ha dejado en lo mí­nimo estas obligaciones cuaresmales, sólo hay otro dí­a de ayuno y abstinencia, el Viernes Santo.

En cuanto a las abstinencias, que en principio es no comer carne ese par de dí­as señalados, más todos los viernes de Cuaresma, no significa, como piensa la ignorancia popular que, en lugar de carne hay que comer, porque sí­, pescado. ¡No faltaba más, dadas las circunstancias de hoy, la penitencia se convertirí­a en lujo! No, lo que se debe hacer es darle espí­ritu penitencial a esos viernes, por ejemplo, con alguna renuncia en las comidas, una limosna o una sonrisa a alguien que nos cueste.

Lo que sí­ vemos muy arraigado en el pueblo es ir al templo para ponerse la cruz de ceniza en la frente. Van muchas personas a cumplir con este rito, que no es obligatorio y en cambio no asisten a misa los domingos, que sí­ lo es. La costumbre parece más superstición que devoción. En realidad creo que a la gente le resulta algo emotivo y, si se quiere, vistoso , como es una sola vez al año, tiene más interés y realce. Los sacerdotes usan ahora dos fórmulas cuando trazan la cruz en la frente: Arrepiéntete y cree en el Evangelio o Polvo eres y en polvo te convertirás, o bien al polvo volverás.

Prefiero esta última -que era la única antes- con su variante o no, porque el recuerdo de la muerte, siempre es impactante y en cambio de la otra nada me impresiona, pues estoy arrepentida de mis pecados -si no lo estuviera no me someterí­a a la ceremonia- y toda mi vida he creí­do en el Evangelio.

Al iniciarse la Cuaresma en este año bisiesto, los habitantes de este paí­s en bancarrota, ya casi vuelto esas cenizas con que nos trazan la cruz en la frente, deberí­amos reflexionar sobre tres épocas entrelazadas que nos han marcado un destino: nuestros pasado, presente y futuro. Pero lo digo a manera personal, no hablo de una reflexión nacional que, por supuesto, puede ser muy útil si alguien la plantea, la programa y la pone en acto. Eso pertenece al orden polí­tico en el cual no me meto por desconocimiento. Me refiero a un orden í­ntimo, alma adentro de cada quien. En ese ámbito interno hay mucho para escudriñar y no menos para reformar. Ninguno de nosotros es perfecto, pero todos estamos obligados a buscar la perfección. No avanzaremos en los estudios ni en la vida profesional y social, si no buscamos hacer lo mejor posible, según nuestra capacidad y formación.

En el pasado, ¿nos hemos comportado así­? Si la respuesta es negativa, sea parcial o totalmente, la rectificación le toca al presente: ahora hay que enderezar el camino para ir hacia un futuro prometedor. ¿Pero qué futuro queremos para nuestro mundo, nuestro paí­s? ¿Uno que hagan los otros y nos lavamos las manos? ¿Dejamos nuestra responsabilidad en manos de los polí­ticos u otras instancias que nos parecen las adecuadas para esta tarea?

Ahí­ es donde nos equivocamos. Si dejamos atrás el pasado y lo mantenemos sólo como punto de referencia para rectificar los errores, el presente y el futuro están en nuestras manos, cada uno de nosotros es responsable de ambos. ¿Cómo?

Muy sencillo, desde nuestra posición familiar, social y laboral, hacer el trabajo, realizar nuestra misión, por insignificante y poco importante que nos parezca, con alegrí­a, amor y perfección. Sólo así­ reconstruiremos el paí­s…, ¡y el mundo! La belleza dorada de la playa se hace de mí­nimos granos de arena. Renazcamos de las cenizas de este miércoles.

*Alicia ílamo Bartolomé es decana fundadora de la Universidad Monteávila

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