Hacia la cuarta revolución industrial

Umatrix

Ricardo Santos Molina.-

Umatrix

Hoy, más de la mitad de los habitantes de América Latina y el Caribe usan Internet regularmente.

Muchos cuentan con esta tecnologí­a desde que nacieron. Sin embargo, la otra mitad de nuestra población hoy no cuenta con Internet y el conocimiento no está al alcance de sus manos y las comunicaciones de larga distancia son costosas y de mala calidad. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí­? Para eso, tenemos que entender las revoluciones industriales.

Estas revoluciones cambiaron radicalmente el orden establecido: trajeron nuevas formas de organización a la sociedad y nuevos modelos económicos con la adopción, además, de nuevos modelos de producción. Han influenciado todos los aspectos de la vida cotidiana. La primera revolución utilizó agua y vapor para mecanizar la producción. La segunda utilizó la energí­a eléctrica para crear una producción en masa. La tercera revolución utilizó la electrónica y la tecnologí­a de la información para automatizar la producción. Estas tecnologí­as generan una nueva revolución digital.

Hoy, nos encontramos en las puertas de la cuarta revolución industrial; sucesora de las anteriores. La cuarta se produce como consecuencia de la revolución digital que data desde la segunda mitad del siglo XX y que se caracteriza por una fusión de tecnologí­as que borran las lí­neas entre las esferas fí­sica,  digital y biológica.

Revisemos los avances tecnológicos que nos han traí­do hasta aquí­. Primero, el transistor. Segundo, Internet. Tercero, las redes de alta velocidad. Cuarto, los computadores personales. Quinto, los teléfonos inteligentes y sexto, el big data.

El transistor fue el primer dispositivo que permitió “digitalizar” fácilmente la información; es decir, transformarla en “dí­gitos”, ya sea un cero (0) o un uno (1). La señal de cada transistor representa un bit (0 o 1) de información. Así­, la información se organiza y almacena digitalmente a través de los transistores. A mayor combinación e interacción de transistores, mayor es la información que podemos almacenar y procesar. Hoy el transistor está presente en todos los aparatos de uso diario como radios, televisores, computadores o teléfonos celulares.

Una vez digitalizada la información, pudo ser procesada por grandes computadores y el siguiente paso era transmitirla entre ellos. Aquí­ aparece la Internet.

El primer mensaje digital fue enviado en 1969 a través de “ARPANET”, un sistema desarrollado por la industria militar de los Estados Unidos. A partir de ARPANET, se crearon protocolos para que múltiples redes separadas pudieran conectarse entre sí­: lo que hoy conocemos como Internet.

En ARPANET, el mensaje viajaba a través de cables de electricidad y a la velocidad de ésta. Con la invención de la fibra óptica a fines de los años 60s, los mensajes empezaron a transmitirse a la velocidad de la luz; permitiendo enviar más información, más rápido y cubrir distancias más grandes. Los transistores y los cables de fibra óptica desencadenaron el inicio de la revolución digital y sus efectos en la sociedad no se hicieron esperar: los computadores en casa, los CD, los DVD, los teléfonos celulares, las cámaras digitales, la televisión digital, el correo electrónico, las redes sociales, el comercio electrónico, la banca en lí­nea  y la computación en la nube o cloud computing, entre otros.

Hoy, se estima que hay entre ocho y diez mil millones de dispositivos conectados a Internet. La mitad de la población mundial también está conectada. La revolución digital ya es global.

Una de las bibliotecas más grandes del mundo es la del Congreso de los Estados Unidos, con más de 150 millones de documentos. Imaginemos que ahora cada dí­a se crearan 250 mil bibliotecas como esta en el mundo; esto equivale la cantidad de datos e información que se genera cada dí­a en Internet. Los datos son ahora el bien más preciado y producido de la sociedad.

Por otro lado, el análisis de esa gran cantidad de datos “big data”, abre la puerta a acciones para mejorar de manera concreta la vida de las personas. Por ejemplo; en las ciudades, el análisis del tráfico en tiempo real enví­a alertas para que los automovilistas puedan evitar los atascos o permite a las autoridades calcular la oferta necesaria de transporte público; el número de unidades de transporte y las rutas que deben cubrir, entre otras acciones.

Cuando la cuarta revolución industrial esté plenamente implementada en el mundo, las tecnologí­as habrán automatizado por completo la industria. Las máquinas tomarán decisiones autónomamente, descentralizadamente y podrán cooperar entre ellas y con los seres humanos.

Las principales tecnologí­as que hacen posible la cuarta revolución industrial son: La inteligencia artificial, el Internet de las cosas y la robótica.

La inteligencia artificial, también conocida como I.A, permite a las máquinas analizar patrones  y ser entrenadas para adoptar soluciones inteligentes, tal y como lo hacemos los seres humanos; además, analiza millones de datos, los datos a los cuales llamamos el big data, que nos permiten aprender más rápido y tomar mejores decisiones.

Los robots desarrollados con inteligencia artificial son capaces de construir conocimiento e interactuar con los seres humanos de manera más natural que los sistemas tradicionales. Con el tiempo, simularán aún más el funcionamiento del cerebro.

Y, por último, el Internet de las Cosas, también conocido en inglés como IOT. Se refiere al establecimiento de una conexión, gracias a Internet, entre básicamente cualquier dispositivo que tenga un interruptor de encendido y apagado.

Entonces, como resumen, debemos tener presente lo siguiente: las tecnologí­as nacidas en la Tercera revolución industrial como la fibra óptica, las computadoras, los teléfonos inteligentes generaron la “Revolución digital”, concretizada por el Internet global y el boom de los datos. Esa misma revolución digital es la que va a generar la cuarta revolución industrial.

La cuarta revolución industrial estará en pleno funcionamiento cuando el Internet de las cosas y la inteligencia artificial hayan automatizado la gran mayorí­a de los procesos, tanto en los gobiernos como en las empresas, y también hayan automatizado las experiencias cotidianas de las personas.

En ese momento, tanto los procesos industriales como las tomas diarias de decisiones serán más eficientes, más rápidas y más transformadoras. Esperemos lo mejor.

* Ricardo Santos Molina es profesor de la Universidad Monteávila

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pluma