Volver a pensar la Democracia VI

Fernando Vizcaya Carrillo.-

Uno de los grandes obstáculos para el sistema democrático, captado de esa manera por sus seguidores más que por sus crí­ticos, es el de las definiciones del objeto de esa posible enseñanza. No hay posibilidad real de transmisión si no se tiene suficientemente “captado” lo que se va a transmitir. Esto crea problemas, pues “enseñar democracia” no es enseñar a votar; o enseñar a discutir los temas que por su naturaleza son discutibles en una asamblea de ciudadanos. Es eso y mucho más que eso. Es —como decí­a Dewey— un modo de vivir y esto requiere comprometerse con ese estilo de vida. La transmisión, por lo tanto, se realiza de manera orgánica no simplemente de manera superficial y por explicitaciones del lenguaje. “Un término que  significa muchas cosas no significa ninguna, y eso es lo que ha pasado con el término democracia, que hoy ya no es tanto una palabra con sentido limitado y especí­fico, como la expresión de un vago apoyo a una idea popular” (Dahl, R.;1991:10)

Y este punto, la enseñanza, requiere una especial atención en el campo de la investigación educativa pues es claro que si no hay enseñanza, no hay transmisión y por lo tanto no hay permanencia de costumbres en el tiempo, ni de valores, ni de conocimientos, ni de criterios de verdad. Es decir, no puede haber continuidad de ese de concebir las relaciones con los demás, de concebir ese  modo de vivir.

Por esto, en primer lugar hay que definir el objeto de enseñanza, suponiendo el hecho de saber qué es la enseñanza. Con el ánimo de aclarar términos, podemos advertir que  la enseñanza es mucho más que la simple disertación de un tema ante otras personas, no es solamente la clase magistral, ni la explicación de fenómenos en un laboratorio o en un campo de observación. La transmisión ocurre cuando existe una “comunicación de significados” reales entre dos elementos que se relacionan entre sí­ y que dichos elementos tienen una finalidad común también, la cual puede ser tanto para la acción como para la contemplación. ”Zeus se compadeció entonces de la raza humana y encargó a Hermes que le proporcionara el pudor y la justicia. Pero debí­a hacerlo además, no según la división del trabajo como las demás artes, sino a todos y cada uno, ya que si solamente la tuvieran algunos, las ciudades no podrí­an subsistir” (Rubio Carracedo, J.;1990:19). Allí­ es donde interviene la labor del educador.

Según Piaget, existe un “tercer estadio” de captación en el hombre, que es cuando se comienza a relacionar, a socializar, “es consciente del otro” y por lo tanto entra en una fase cooperativa saliendo de su fase inmanente, comienza allí­ la posibilidad de la justicia. ”Infiere Piaget la existencia de tres tipos de reglas, cuyas relaciones será preciso determinar: la regla motriz, debida a la inteligencia motriz preverbal y relativamente independiente de toda relación social, la regla coercitiva debido al respeto unilateral, y la regla racional debido al respeto mutuo” (Rubio Carracedo, J;1996:22)

Profundizaremos algunos de estos aspectos en el próximo artí­culo.

*Fernando Vizcaya Carrillo es Decano de la Facultad de Educación de la Universidad Monteávila

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pluma