Sofia Delgado.-
La película The Post, de Steven Spielberg, nomimada a dos premios Oscar, es un recordatorio de la importantísima función que cumplen los medios de comunicación ante el poder, de cualquier índole, venga de donde venga. Es un homenaje a los periodistas que ante las censuras más cruentas logran imponerse con la bandera de la democracia y la verdad.
En momentos en que distintos gobiernos apremian el derecho a la información, a la libertad de expresión y a los propios principios democráticos, consagrados en los principales textos legales del mundo, The Post reconoce la noble función del periodista.
En este filme se plasma el desafío de la prensa estadounidense frente a los intentos de censura que el presidente Richard Nixon intentó imponer para cubrir los secretos del gobierno en relación con la implicación del país en la Guerra de Vietnam. Escándalo salpicó también la administración de Harry S. Truman, Dwight D. Eisenhower, John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson.
Los periódicos The New York Times y The Washington Post lograron burlar la censura impuesta, difundiendo los archivos que dieron a conocer años de mentiras y encubrimientos del gobierno de los Estados Unidos. Gracias a esos documentos, el público se enteró que sus gobernantes sabían desde el inicio que el enfrentamiento con Vietnam estaba perdido y, aún así, sacrificaron la vida de miles de soldados y civiles.
El dilema principal surge cuando Daniel Ellsberg comienza a sentir remordimientos al ser testigo de la mentira. En sus manos están las pruebas para desenmascarar todo el entramado del poder norteamericano. Tiene los Papeles del Pentágono, investigación ordenada por el secretario de Defensa, Robert McNamara.
El alto funcionario dedicó meses a fotocopiar miles de páginas de los archivos, los cuales entregó a los periodistas de The New York Times y The Washington Post. Ahí comienza la guerra de poderes, el dilema entre la seguridad nacional y la verdad.
El filme protagonizado por Meryl Streep y Tom Hanks se centra en la disyuntiva que viven Katharine Graham y Ben Bradlee por difundir o no los documentos secretos. Por un lado, si los publican quedarán expuestos decenas de años de mentiras del gobierno, pero podría traer consecuencias políticas, económicas y legales muy grandes. Podrían perder el periódico o ir a prisión, a nadie le gusta estar en la lista negra del presidente. Pero como dice Bradlee: “¿Qué pasará si no publicamos? ¡Perderemos! ¡El país perderá!”.
Si no dan a conocer la noticia, se evitan las repercusiones que pueda tomar el gobierno contra los responsables, pero estarían pasándole por encima a la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense que habla del respeto a la libertad de expresión y de prensa. Si se abstienen de hacer públicos los archivos, no estarían siguiendo el código de ética de los periodistas, que se basa en buscar siempre la verdad siendo imparciales e independientes.
Cuando la administración de Nixon se percata de esto, le impide a The New York Times seguir publicando los papeles del Pentágono, a través de una acción judicial. Aquí es donde entra en juego el trabajo en equipo de la prensa reflejado en la película, ya que cuando se le prohíbe a ese periódico seguir difundiendo la información, The Washington Post sale al paso con más documentos y así, sucesivamente, hasta que la información está en los principales periódicos del país, dando un contundente mensaje de apoyo, solidaridad y, sobre todo, defensa a los principios democráticos.
Como bien dice Bradlee “si vivimos en un mundo donde el gobierno de los Estados Unidos te dice lo que podemos y no podemos imprimir, The Washington Post ya no existe”. Si le dan paso a la censura no cumplen con su principal misión: Â informar al público de manera objetiva y sin dejarse influir por intereses particulares.
Es evidente el juego de poder en torno a una delicada publicación y esto se muestra en la cinta de Spielberg. No solo el gobierno movió importantes piezas del sistema para evitar que se conocieran los documentos, la empresa privada e incluso las relaciones interpersonales de los protagonistas de la noticia ejercieron presión para evitar que la verdad saliera a la luz pública.
Al final el sistema judicial norteamericano derrumba los intentos y sobrepone los principios democráticos y la libertad de prensa e información por encima de la llamada seguridad nacional: “En la Primera Enmienda, los padres fundadores dieron a la libertad de prensa la protección que debe tener para cumplir su papel esencial en nuestra democracia. La prensa debía servir a los gobernados, no a los gobernadores”, sentencia el magistrado de la Corte Suprema de Justicia Hugo Black.
Una vez más queda en evidencia que la mejor consigna para defender el papel de los medios ante los ataques de la tiranía es: “la única forma de proteger el derecho a publicar es publicando”, como asegura el director de The Washington Post es uno de los segmentos del filme, mientras defiende a capa y espada la necesidad de que la información clasificada sea dada a conocer.
La cinta reconoce la labor de los periodistas, aplaude cómo su moral, ética, honestidad y responsabilidad social e informativa se sobre pone por encima del miedo a la cárcel, el desempleo, a los señalamientos. “La noticia es el primer borrador de la historia”, afirma Graham en una de las escenas del filme, mientras observa plácidamente como corre la tinta y el papel en medio de su imponente rotativa.
*Sofia Delgado es estudiante de la Universidad Monteávila