Fernando Vizcaya C.-
En esta nueva serie de artículos, que tienen la finalidad de aportar algunos datos para ayudar en la tarea docente, quisiera reflexionar sobre ese concepto de ser humano, necesario para ofrecer una buena tarea docente.
Ante una situación social y política motivante, por las grandes dificultades que ofrece, vienen muy a propósito las palabras de Arnold Toynbee sobre los beneficios que pueden traer los inconvenientes que han sufrido las naciones y se refiere concretamente a “las virtudes de la adversidad”. La inquietud que surge de los grandes obstáculos que enfrenta el país en todos los niveles de la sociedad civil, promueve un trabajo de investigación donde se incluye especialmente una visión cercana de la cultura, y la revisión de fondo de los principios y fines que mueven a un sistema de vida como el nuestro.
Esto, no lo olvidemos, requiere una nueva visión filosófica, es decir, una nueva visión del mundo que sustituya la anterior, que tenía como base, aunque fuera inconscientemente un sistema ideológico que difiere del que se intenta proponer. Es evidente que la posible sustitución de un sistema por otro, se justifica por la ineficiencia o el agotamiento del modelo anterior. Comenta Dewey: Â “Al tratar el tema de la reconstrucción necesaria, digamos que los ataques a las filosofías del pasado no tienen por blanco los sistemas en cuanto éstos se hallaban ligados a los problemas intelectuales y morales de su tiempo y lugar, sino en cuanto son ineficaces dentro de una situación humana distinta” (Dewey, J. 1993:11)
Queremos pues hacer una propuesta concreta, en esta serie de artículos, que pueda engendrar una teoría de los fines educativos, para comenzar a formar ciudadanos que respondan a las nuevas perspectivas sociales y culturales.
Sólo partiendo de unas bases antropológicas, podemos sentar los principios que regularían el sistema de fines que se traducirá en una pedagogía específica, lo que producirá una teoría de la enseñanza apropiada a esa pedagogía.
Reviste especial importancia por lo tanto, tener claridad conceptual o por lo menos hacer un intento aproximativo a lo que es el hombre y las características que lo definen como ente racional y también como ente social. No obstante, no se trata aquí de ser extensos en cuanto a una explicación, sobre su esencia y su naturaleza. Simplemente se pretende exponer, describiendo, las bases de un pensamiento que nos permita elaborar posteriormente, con mayor solidez, las premisas que usaremos consecuencialmente.
“Si por animal (en el hombre) entendemos aquello que es también común al bruto, resulta que la esencia específica del hombre radica exclusivamente en el elemento racional aunque sea en el sentido más amplio de conciencia humana, de conocimiento y voluntad y actuación libre. Pero con ello se pasa por alto y se oculta que el hombre, ya por su contexto biológico, es totalmente distinto del animal y, por lo tanto, la animalidad en el hombre es algo distinto” (Valverde, C.;1994:37)
Los diversos planteamientos y sistemas elaborados hasta detalles muy significativos, encontrados en la investigación, desde Platón hasta Hannah Arendt, nos dan una serie de características que lo hacen susceptible de ser estudiado, no solo para esclarecer los diversos términos que lo constituyen sino buscando también las bases para una mejor forma de vida.
El hombre —definitivamente— evidencia una necesidad vital de convivir, (es un ser social por naturaleza), y también muestra una necesidad espiritual de comunicarse (lo han definido como un animal simbólico), y estos son dos de los aspectos vertebrales del trabajo. En uno se parece a los animales (necesidad vital) y en la otra es propiamente el hombre, sus relaciones, vinculaciones y transmisión de significados, manifestaciones que pertenecen al alma y no al cuerpo. Solo una persona enferma o los dioses —como decía Platón (Fedro) — pueden vivir fuera de la sociedad, además en ese diálogo se concluye muy acertadamente el concepto de un alma inmortal.
*Fernando Vizcaya Carrillo es profesor de la Universidad Monteávila