Julio Cortázar presente a 35 años de su muerte

Stefania Bruzual.-

Fotografí­a: Cultura Colectiva News.-

Julio Cortázar fue un escritor intelectual argentino, de los más prominente de Hispanoamérica del siglo XX. Sus obras literarias fueron escritas en prosas plasmadas de surrealismo y realismo mágico. Rompió los escritos clásicos mediante narraciones que escapan de la lí­nea temporal.

Trabajó con algunos grandes autores, el colombiano Gabriel Garcí­a Márquez, el peruano Mario Vargas Llosa, el bonaerense Jorge Luis Borge, los mexicanos Carlos Fuentes y Juan Rulfo, por mencionar solo algunos.

“En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas”, dirí­a en alguna oportunidad.

Algunas de sus obras más reconocidas fueron: Historias de cronopios y de famas (1962) Rayuela (1963), 62 Modelo para armar (1968), Bestiario (1951), La isla a mediodí­a y otros relatos (1971).

Rayuela fue su obra maestra, la novela fue traducida a más de 30 idiomas y fue considerada por la crí­tica la antinovela.

“La revolución cubana… me mostró de una manera cruel y que me dolió mucho el gran vací­o polí­tico que habí­a en mí­, mi inutilidad polí­tica… los temas polí­ticos se fueron metiendo en mi literatura”, expresó el escritor durante su viaje a Cuba en 1962.

En sus obras se reflejaban su preocupación social y sensibilidad polí­tica. Fue considerado activista polí­tico, acudió a la posesión del presidente chileno Allende y apoyó al movimiento sandinista nicaragí¼ense.

Vivió en Argentina, España, Italia y Suiza, lugares donde dio a conocer sus obras al nivel mundial en lo social y económico. Renunció a su nacionalidad argentina y se fue a vivir en Francia. Murió 12 de febrero de 1984 en Paris por causa de una leucemia.

“Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar las cosas como dadas. A mí­ no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra «madre» era la palabra «madre» y ahí­ se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mi un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba”.

*Stefania Bruzual es estudiante de la Universidad Monteávila

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