Rodrigo Castillo (Derecho, 2005) tiene casi dos años al frente de la primera oficina latinoamericana de la firma estadounidense Rimon Law. Desde Bogotá ha abierto una nueva práctica legal en Colombia enfocada en fideicomisos, sucesiones y derecho tributario.
Actualmente asesora a más de 165 clientes, entre los que se cuentan empresas multijurisdiccionales, instituciones financieras, personas y familias de alto poder adquisitivo en asuntos de gestión de patrimonios, derecho fiscal internacional, planificación y cumplimiento, intercambio de información y programas de amnistía.
Rodrigo asegura que en el ejercicio profesional ha evidenciado cómo todo lo que aprendió en la Monteávila lo ha ayudado a dar un valor agregado en el momento de lidiar con situaciones complejas, a ofrecer soluciones pragmáticas que sean de provecho para el cliente en el campo legal pero también en el campo personal.
Rodrigo recuerda con gracia lo mucho que se quejó sobre la formación que recibía en la UMA, pues le parecía que materias de historia o filosofía no le eran de utilidad cuando se trataba del Derecho. Hoy en día, está convencido de que eso no fue una pérdida de tiempo. Esa formación ha sido de gran importancia para afinar su criterio y, sobre todo, en la aplicación práctica de las nociones básicas de su profesión. En la UMA fue el primer lugar donde aprendió el significado del derecho, tanto a nivel sustantivo como formal, donde tuvo su primer encuentro con el mundo profesional y donde descubrió cómo enfrentar retos que lo ayudaron a convertirse en el profesional que es hoy en día.
Ha tenido el orgullo de recibir premios y reconocimientos de compañías internacionales como Chambers and Partners y el premio al Abogado de gestión patrimonial más respetado de la firma Who’s Who Legal.
“Sueño con volver a pisar la universidad, así nadie me vea yo quisiera volver a ver los salones, caras conocidas, sentarme con mis profesores…” asegura Rodrigo, mientras también nos dice que está seguro de que la universidad siempre está presente en cada uno de sus egresados.
Rodrigo lleva a la universidad en su corazón, recuerda todas las personas que estuvieron a su alrededor, los profesores con los que llegó a discutir y con los que no, los amigos con los que rio y hasta con los que lloró. La UMA lo llena de orgullo, satisfacción y emoción por donde quiera que va.