Desde que se graduó hace trece años en la Monteávila, Alejandro Ávila ha trabajado en Procter & Gamble, Nestlé Venezuela y SC Johnson. Transitó un camino profesional que por momentos pareció incierto, pero a la larga cada decisión y cada riesgo sumaron, tuvieron sentido para crear nuevas y mejores oportunidades. Hoy, es socio fundador y gerente de Finanzas de La Wawa.
En 2004, Alejandro salió de Maracaibo rumbo a Caracas para estudiar Ciencias Administrativas en la Monteávila, con el sueño de trabajar en grandes transnacionales. Antes de graduarse empezó a materializarlo con sus pasantías en Procter & Gamble, donde estuvo hasta noviembre de 2009.
Luego pasó por Nestlé Venezuela y SC Johnson, en el interín hizo una maestría en Gerencia de Mercadeo. En 2016 decidió emprender con su amigo y compañero de promoción Enrique González. No funcionó. Eso lo llevó a explorar una nueva ruta: teletrabajar para empresas de otros países. Empezó como ejecutivo de call center de Mozio Group en California y luego pasó a ser líder global de desarrollo de negocios de SmartRyde en Japón, sin salir de Venezuela.
Durante cuatro años “colgó el título”, pero se adentró en el mundo de las nuevas tecnologías y obtuvo un conocimiento que más adelante lo llevaría a un nuevo giro en su carrera. Mientras trabajaba desde una computadora en su casa se dio cuenta de que “necesitaba ver gente” y encontró la solución haciendo un máster en Finanzas en el IESA. Sin tenerlo del todo claro, seguía forjando un futuro prometedor.
En 2021, apareció la Wawa en el camino. Se combinaron su sólida formación en finanzas y su experiencia en las startups de EEUU y Japón, para ponerlo frente a la empresa venezolana como el mejor candidato para ser su primer gerente general.
Desde su época de estudiante, Alejandro fue incesante en buscar nuevos conocimientos, hacer redes profesionales e involucrar a otros en espacios de aprendizaje. Como se hospedaba en una residencia estudiantil, la universidad fue su casa desde el primer día. Disfrutaba pasar tiempo completo entre amigos y profesores, participando en diversas actividades.
Junto con dos compañeros fundó Líderes y Emprendedores Monteávila (LEMA), una organización que realizaba conferencias con expertos de amplia trayectoria; fue preparador de la materia Formación gerencial durante tres años, colaboraba en el Centro de Estudios de Desarrollo Ejecutivo y en el voluntariado Entre todos. Aún se mantiene cerca de su alma mater, es actualmente vocal de la Asociación de Egresados.
Del 2004 al 2022 en primera persona
2004. Me vine de Maracaibo a los 17 años a estudiar. Mi hermana ya estaba en la Monteávila y me hablaba muy bien de la universidad. En unas vacaciones vine a visitar a la familia, ella me trajo y el siguiente paso fue preinscribirme. Me llamó mucho la atención el pénsum. Para ese momento, yo sabía lo que no quería estudiar, mas no estaba seguro de lo que quería. Vi en administración una carrera versátil. Desde el principio, mi experiencia en la universidad fue espectacular. Hice muy buenos amigos, tanto profesores como estudiantes, que aún mantengo. Aprendí mucho del profesor Guillermo Fariñas Contreras, actual rector. Yo vivía metido aquí, me encantaba, lo disfrutaba. Soñaba con trabajar en empresas grandes, en transnacionales. Durante la época universitaria, ese era mi sueño, mi aspiración. Me gradué cum laude en la sexta promoción (2009).
2010. Con la liquidación de Procter viajé a Estados Unidos a estudiar inglés y hacer pasantías con Kaplan International. Allí empecé a tener contacto con el mundo de la tecnología porque mi experiencia laboral fue en TechAmerica, una asociación comercial de tecnología de los Estados Unidos. No usé ese inglés hasta que empecé a trabajar en el call center. Regresé a Venezuela y en noviembre de 2011 comencé en el área de ventas en Nestlé. En 2015 me fui para SC Johnson.
2016. Me casé y dar ese paso me llevó a pensar que necesitaba más ingresos. El país estaba muy mal económicamente, los sueldos incluso en las transnacionales eran muy bajos. Mi amigo Enrique, también de la UMA, había estado en Pfizer. Ambos veníamos del área comercial, de muy buenos trabajos, él de mercadeo, yo de ventas y mercado de consumo. Además, los dos estábamos un poco agotados de ese ambiente y decidimos emprender. Dijimos este es el momento, vamos a intentarlo.
Formamos una empresa de consultoría comercial. Tuvimos un primer cliente, arrancamos con ese cliente y empezamos a buscar más. Pero no nos fue bien. El emprendimiento duró aproximadamente seis meses. Hubo muchos errores en el camino, fallamos nosotros en no dejar claras las expectativas. A muchos emprendedores les pasa. Fue un golpe duro anímicamente. Tocaba empezar a buscar trabajo otra vez.
2017. Aquí es donde vino el giro más grande. Seguía creciendo la tendencia de trabajar por internet y ganar en divisas. Decidí intentarlo por ahí sin muchas esperanzas. Un día hice clic en uno de los resultados de Google y era una empresa en San Francisco, California, una startup que hacía traslados desde el hotel hasta los aeropuertos a nivel mundial. Trabaja sobre todo con agencias de viaje on line. Apliqué y me llamaron a los dos días. Tuve entrevistas desde Argentina, Croacia y Nueva York, y quedé seleccionado para trabajar en Atención al Cliente como ejecutivo de call center. Allí tomé la decisión de emigrar sin irme del país y colgar mi título. En ese entonces tenía ya una maestría en Gerencia de Mercadeo.
Estuve un año en el call center y luego me pasaron al área de cuentas claves, porque vieron mi potencial, vieron que era una persona preparada, hice algunos reportes que les gustaron. Las oportunidades se van abriendo. Yo no me cerré a hacer un trabajo que para mí en ese momento podía ser un escalafón hacia abajo y después pude subir. En tres años, pasé del call center a ejecutivo de cuentas y luego a líder de ejecutivos de cuentas. Aprendí muchísimo, practiqué el inglés, aprendí un poquito de todas las áreas de programación, del mundo digital. Todas mis herramientas eran digitales, entonces me tenía que volver un experto en todo el mundo digital, en aplicaciones que jamás había usado.
2020. Llegó la pandemia, cerraron todos los aeropuertos a nivel mundial, los viajes y el turismo se vinieron al piso, la empresa se vio afectada, todo se vino abajo, las ventas bajaron en un 98%. Tuvieron que salir de casi todo el personal. Nuevamente, sin trabajo y en pandemia.
En julio, una compañera de Filipinas que jamás había visto en persona y que trabajó conmigo en Mozio, me escribió para decirme que una empresa japonesa, con sede en Tokio, la había contactado. Querían hacer una red de proveedores de taxis para viajes a distintas ciudades. Lo mismo que hacíamos en la otra compañía. Me dijo que estaban buscando a una persona para que armara el equipo y fuera el líder global de desarrollo de negocios. Apliqué y me contrataron.
La visión de SmartRyde era que en medio de una crisis, de una pandemia, había una oportunidad de entrar en ese mercado que era muy competido, y efectivamente lo lograron porque han crecido desde ese entonces. Ellos eran fuertes en todo el continente asiático, pero tenían poco desarrollada la oferta para los países de América y de Europa. Yo traía esa fortaleza de la empresa norteamericana de donde venía. Fue la unión perfecta para ellos y para mí, dentro de mi know how y de lo que ellos necesitaban
Me contrataron, armé un equipo con personas en cada continente para crear la red de intermediación. Éramos el puente que conectaba a taxistas de todo el mundo con diferentes mercados. Por ejemplo, enlazábamos un taxista de Perú con una personas que viajaría desde China. Un beneficio tanto para ellos como para los viajeros.
En el interín, en el 2018 había empezado a hacer la maestría en el IESA. Al empezar la pandemia le avisé a mis compañeros que me había quedado sin trabajo y que estaba buscando. Me pusieron en contacto con María Fernanda Vera, esposa de uno de los que ideó La Wawa. Además de cofundadora, es hoy la CEO de la organización. Ella tenía una empresa de ropa, yo le empecé a llevar la administración y estuve haciendo eso durante casi un año, porque luego cerró.
Era una empresa pequeña y lo podía llevar, mientras mi trabajo principal era con los japoneses. Yo le contaba lo que hacía allí y ella, a su vez, le contaba a su esposo, que tiene una empresa de ciudades inteligentes desde hace muchos años. Al saber de un negocio de tecnología y de movilidad, se interesó en saber de eso. Nos conocimos, le conté y empezamos a hablar de lo que podría ser un servicio como La Wawa.
Cuando Daniel y Juan, hoy en día socios, comenzaron a hablarme de La Wawa ya como proyecto, yo no me estaba planteando trabajar allí ni ellos me lo estaban proponiendo. Yo tenía mi trabajo. Simplemente, conversábamos porque les interesaba saber cómo funcionaban las empresas de California y Tokio, cómo hacían las cosas.
En una de esas conversaciones llegó un momento en que me dijeron: “mira, esto lo tienes que liderar tú. No vemos otra persona que tenga todo lo que se necesita para arrancar esto”, por mi formación financiera administrativa, lo que había aprendido de nuevas tecnologías y movilidad. Aún estábamos en la etapa de conversaciones entre amigos. No había ningún autobús todavía, no sabíamos que se llamaría La Wawa. Solo teníamos cosas en común: por los trabajos donde estábamos, veíamos la necesidad de transporte en el país.
Era una idea que luego fue madurando y llegó a ser lo que es. Llegó un momento en el que se dio todo, conseguimos el capital inicial y llegó la hora de tomar la decisión: ¿me quedo con los japoneses o me vengo para acá? Fue difícil, porque yo tenía cuatro años trabajando para empresas de afuera, y pensaba en otros factores que podrían afectar el negocio en el país. Dudaba de meterme en este invento.
Finalmente, me decidí y empecé como CEO, precisamente por el background que tenía. Iniciamos cinco personas y todos hacíamos de todo. Valió la pena. En mayo de 2022, por mi formación, pasé a ser el CFO y comencé a ejercer por primera vez las finanzas.
Un profesional del mundo
La Monteávila me dio una excelente preparación académica y profesional, y la filosofía de siempre buscar hacer las cosas bien. Eso tiene un gran valor trabajando para una empresa de aquí o de afuera. A veces creemos que por ser venezolanos no estamos a la altura de un norteamericano o de un japonés. Pasé por compañías de ambos países y me di cuenta de que viniendo yo de una universidad pequeña, relativamente nueva, tenía el mismo nivel o más que las personas de estas empresas, donde había gente de todos los países. Y mi nivel era lo que yo traía de mi universidad, aquí fue donde me formé.
Las actividades en la UMA, paralelamente a las clases, me dieron la visión de que hay que buscar siempre mejorar, indagar de qué se está hablando en tu área, qué innovaciones hay. Las jornadas, las charlas, cada uno de esos líderes que vinieron y que alguna vez escuché, algo me quedó. Y después dices: quiero aportar, quiero llegar allí, quiero en algún momento fundar algo, llegar a construir algo. Esas son las cosas que van alimentando ese espíritu emprendedor e innovador y que el día de mañana, por esas vueltas que da la vida, te pueden conectar con algo donde juntas lo que has aprendido, los talentos y la experiencia, con una idea maravillosa y que puedas llevar a cabo.
Pasar por una organización es muy importante porque te das cuenta de los retos que tiene y de las dificultades que puede tener. Uno sale de la universidad con un conocimiento académico, si haces pasantía tienes cierto conocimiento de una empresa, pero nunca como de verdad ocupar un rol y además dirigir gente. Recomiendo aprender de otras empresas para luego emprender, porque eso ayuda a crecer muchísimo y sobre todo evitar darte golpes con tu negocio.