A propósito de nuestro 25 aniversario, realizamos el primer acto de reconocimiento por años de servicio de los profesores, miembros del personal administrativo y del personal de apoyo de la Universidad Monteávila.
En el acto fueron reconocidos los trabajadores con 5, 10, 15, 20 y 25 años de antigüedad, así como los colaboradores con al menos 10 años de servicio pero algunas pausas y los miembros fundadores de la universidad.
Los pines de reconocimientos contaron con la bendición del padre Ítalo Altimari y el padre Rafael Balbín. Para culminar el acto, la coral de la Universidad Monteávila presentó tres canciones para el público.











Como parte de la bienvenida al acto, el rector Guillermo Fariñas Contreras ofreció unas palabras:
Verlos a todos, hoy aquí, me llena de una gran alegría.
La UMA está recorriendo su 25 aniversario. Un cuarto de siglo que es mucho y es poco. En este año de celebración hemos alcanzado varios hitos: el comienzo de clases en Lomas del Sol, la Misa de acción de gracias, la aprobación de las Ingenierías y Economía, un consejo consultivo de calidad y cantidad, una graduación con nuestra coral, el reciente Encuentro de saberes, entre otros… Pero créanme, para mí, después de la celebración eucarística que nos ofició el P. Ignacio, éste es el acto estelar de nuestros 25 años.
Porque siendo la Monteávila una comunidad de personas y saberes, lo comunitario se fragua principalmente en las relaciones entre nosotros. Elemento importante de la comunidad es el agradecimiento y el reconocimiento a quien lo merece. Hoy nos reunimos para dar gracias y distinguir a cada uno de ustedes, que han contribuido en esta aventura de tantas y tantos. Todos suman, y mucho. Con su trabajo esforzado, con sus buenas vibras, con su constante buena disposición y con su cariño por la institución. La UMA es afortunada de contar con cada uno de ustedes.
Y quienes ya no laboran aquí, pero lo hicieron durante muchos años, pues valen igual las anteriores palabras. Porque sé que la Monteávila siempre ocupará un lugar especial en el corazón de cada una, de cada uno. Lo experimenté en carne propia en mi exilio de 8 años.
La Monteávila hoy quiere dar las gracias de corazón a todos ustedes. Y es que, como decía San Josemaría Escrivá, inspirador de esta universidad, el agradecimiento es un acto de amor. Y créanme que este acto lo hemos pensado y realizado con mucho cariño.
Y hablando de dar las gracias. Hay que reconocer que este acto es posible por el trabajo de Carolina Amaya, quien, pensando en este aniversario, preparó el Reglamento de distinciones, y comenzó a identificar personas de trayectoria en la Monteávila. Consultó esas listas con unos y otros. A Karen Ercole, quien proporcionó el elenco de personas que cumplen años merecedores de reconocimiento. Me temo que hay omisiones a pesar de todo lo anterior. Pido disculpas por las que pueda haber. Es mi sola responsabilidad.
Agradecido con quienes organizaron la materialidad de este evento: las mencionadas Carolina y Karen, Ana Beatriz Monteverde y María Eugenia Baradat, Dianita Baldini, Daniela Gutiérrez, Dariannys Figuera, Emerson Guzmán y Manuel Rodríguez.
Cierro pidiendo a todos la limosna de su oración: para que la Monteávila cumpla otros 25 años, 75 aniversario, el siglo de vida, sigue siendo necesaria la oración y el sacrificio penitente de muchos. Así ha sido y así siempre será. Que Dios nos siga bendiciendo.














En representación de todos los homenajeados, la profesora María Eugenia Peña también dirigió al público unas palabras:
Les agradezco mucho la oportunidad de dirigir estas palabras a personas que quiero tanto, con las que he compartido tantos buenos momentos. Les voy a confesar algo: estoy convencida de que la UMA es el mejor lugar para trabajar. Estoy segura de que muchos de ustedes lo comparten.
Piensen en cuánta gente tiene el privilegio de trabajar en una organización con propósito –¡y noble propósito!-, que fue soñada por un santo y que se construyó sobre hombros de gigantes. En la que el sentido de comunidad es real, en donde todos aprendemos constantemente, nunca te aburres porque siempre hay nuevos y apasionantes proyectos, ¡y que crece! Una sola de estas características ya sería bueno, pero todo esto junto es fenomenal.
Siempre le estaré agradecida a Antonio Ricoy por haberme contactado en Pamplona para contarme del proyecto, que me enamoró desde el primer día.25 años, 20, 15, 10, 5 son pocos años en la vida de nuestra universidad centennial, que tiene vocación milenaria, pero bastantes en la vida de una persona. En estos años he tenido muchos aprendizajes de grandes maestros. Les cuento algunos, para ver si ustedes tienen los mismos apuntes.
Recalco, sólo de algunos. He tenido muchos maestros: algunos están sentados frente a mí, otros siguen entregándose a los demás en otras organizaciones y países; y otros estoy segura de que nos miran con alegría desde el cielo, en este momento. Perdonen que no puedo mencionarlos a todos.
– De nuestro queridísimo rector fundador siempre recordaré cuando me explicó por qué hay temas que hay que repetir y repetir en todas las clases. Por ejemplo, que la sociedad es un medio para que las personas alcancen la plenitud y que todos debemos contribuir al bien común. Escuchar a una egresada de las primeras promociones decirlo recientemente en un encuentro con papás de futuros alumnos me confirmó que las enseñanzas del Dr. Pérez dejaron poso.
– Del Dr. Cervigón aprendí la importancia de hacer una ciencia rigurosa, anclada en unos presupuestos filosóficos sólidos, y la necesidad de que sean explícitos. Esos presupuestos se manifiestan en nuestro marco conceptual, que aunque ya no aparece en los programas, sigue guiando nuestra docencia e investigación.
– Del P. Balbín, la necesidad absoluta de la formación de profesores, de la que depende en gran medida nuestro modelo educativo.
– De la Dra. Izaguirre, pionera de la escucha en esta universidad, la importancia del diálogo sobre el que se cimenta la comunidad de personas y saberes que somos.
– Gracias al grande Joaquín Rodríguez entendí que la relación fundante de esta universidad es la amistad. Permítanme en este momento traer unas palabras de su lección inaugural del período académico 2016-2017: Nuestra universidad en el origen de una utopía.
Parafraseo: Ser parte de la Universidad Monteávila es corresponder a la invitación de ser buenos amigos y amigos buenos.
Y cito textual:
“Es acoger a cada uno en el misterio de su existencia
total, incluso con sus defectos, y disponerse a acompañarle
en la tarea de realizar todo su potencial, con el apoyo eficaz,
con el asesoramiento diligente, con la corrección oportuna,
con la interpelación respetuosa, con el compromiso solidario,
también con el silencio que solo deja hablar al corazón.
Y es entregar al amigo todo lo que se tiene de valioso,
enseñándole lo que se sabe, investigando con él lo que se
busca, compartiendo con él lo que se espera, construyendo
con él lo que se necesita, cooperando juntos en el servicio a
los demás, pero sobre todo ayudándole para que aprenda a
amar bien”.
Muchos estamos aquí porque en la Universidad Monteávila están nuestros grandes amigos, los que trajimos y los que aquí hicimos. Docencia, investigación, lo podríamos hacer en cualquier universidad. Amistades inteligentes, de las que te transforman, te hacen mejor y se tienen para toda la vida, sólo aquí en la UMA. Disfrutemos este momento, amigos, y mantengamos la ilusión de seguir haciendo +UMA.
Una vez finalizado el acto, los asistentes compartieron con un brindis en el Trapiche.
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