Presentación del rector, Guillermo Fariñas Contreras, en el Foro de experiencias de la formación integral en la educación superior, organizado por la Universidad Metropolitana.
Gracias a los organizadores por la invitación a volver a mi alma mater. Hace más de 40 años que dejé sus aulas. Me alegra poder devolver algo de lo que recibí en la UNIMET. Fui preparador. Esa fue una de las semillas que me llevó a haber dedicado casi 30 años (y contando) al mundo universitario.
Y felicito a los que han ideado este Foro de experiencias de la formación integral en la educación superior. Todas las universidades afirmamos y con mayor o menor razón que este es uno de nuestros fines.
Decir formación integral necesita que vayamos al significado de ambos términos.
Formar: dar forma a algo. La tentación en el uso de esta acepción es pensar que moldear exige fuerza. Y recuerdo la frase de Tagore: “No es el martillo el que deja perfectos los guijarros, sino el agua con su danza y su canción”. Dar forma, usualmente, debe ser un proceso constructivo sutil, creciente y grato a todos.
Por supuesto, la acepción correcta es preparar intelectual, moral o profesionalmente a una persona o a un grupo de personas. Y esto nos lleva al segundo término: integral. Un riesgo es que acentuemos lo pleno, lo completo, cuando es más propio afirmar que hace referencia a lo esencial. ¿Cuál es la esencia del ser humano? Para responder adecuadamente esta pregunta debemos contar con una adecuada antropología, que nos llevará a acertar mejor sobre la integralidad del ser humano.
En la Monteávila nos inspiramos en el humanismo cristiano. Creemos que los seres humanos contamos con dos potencias superiores, que hacen justicia a que somos hechos a imagen y semejanza de Dios: estas son la inteligencia y la voluntad. La primera nos lleva a conocer. La segunda a querer. Otra dimensión clave de la naturaleza humana es la afectividad, por la que sintonizamos con la realidad desde el corazón.
La formación integral debe ayudarnos a crecer en todas estas facetas de la persona: aprender a conocer verdaderamente, aprender a amar rectamente, y aprender a gozarnos del bien conocido y querido.
Pienso que una frase de Aristófanes nos da luces sobre cómo vivimos en la Monteávila la formación integral: “Educar a los hombres, no es como llenar un vaso; es como encender un fuego”. No se trata de llenar de contenidos el currículo, sino de crear un entorno intelectual y afectivo que ayude a que el estudiante quiera, asuma la importancia de esa formación.
Algunas personas, cuando piensan en formación, tienden a considerarla como conocimiento. Así, se considera que tiene buena formación una persona que ha recibido una información científica, ética o profesional. Pero se requiere más que eso. Para llegar a la persona en toda su integridad es necesario considerar la formación como una manera de ser. Los buenos profesionales conocen el corpus de información y técnicas que requiere su profesión, pero también han adquirido algo más. Han desarrollado hábitos –formas de ser– que les permiten aplicar esos conocimientos y esas técnicas con éxito: hábitos de atención a los demás, concentración en el trabajo, puntualidad y orden, correcta asimilación de éxitos y fracasos, perseverancia, etc.
Así, otro aspecto esencial en la formación integral es el crecimiento en estos hábitos operativos. Ellos pueden ser intelectuales, tales como análisis, razonamiento y juicio. Pueden ser morales -también llamados virtudes-, tales como las cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza; o pueden ser habilidades técnicas tales como manejo de lenguajes de programación, redacción, dominio de idiomas. En la literatura anglosajona el crecimiento en virtudes se conoce como la educación del carácter.
¿Qué hemos tratado de hacer en la Monteávila en este sentido?
Se identificaron un conjunto de temas, que integran en los distintos Planos del conocimiento. Esos temas se procura que estén presentes en las asignaturas del plan de estudios o constituyen cursos específicos. Son de naturaleza prevalentemente teórica, y tienen la finalidad de fundamentar sólidamente el desarrollo personal, elevando a un plano intelectual y cultivando la gradual captación de las realidades humanas. En este sentido, se desarrollan los siguientes temas:
Comprensión y comunicación
Origen y desarrollo de la cultura occidental
El hombre en la naturaleza
Ciencias experimentales y tecnología
El ser
Psicología y antropología
Ley, libertad y verdad
Sociedad y política
Los procesos económicos
Persona humana y realización solidaria
Expresión y apreciación estética
Iberoamérica
Venezuela y su circunstancia.
La experiencia nos ha llevado a que en todas nuestras carreras de pregrado se cuenta con las siguientes asignaturas para cubrir los temas que de ordinario no se incluyen en las asignaturas propias de cada profesión:
- Realidad y conocimiento
- Fundamentos de Antropología o Antropología filosófica
- Persona y sociedad o Antropología cultural.
- Ética general y Ética profesional
- Temporalidad y trascendencia
- Factores históricos mundiales
- Iberoamérica
- Venezuela y su circunstancia
Por ejemplo, en Ciencias Administrativas son 26 créditos sobre un total de 207, es decir el 13%.
En todos nuestros postgrados también se han incluido las siguientes asignaturas:
- Nociones de filosofía y antropología
- Filosofía social, económica y política
- Ética general y profesional
Así, en la Especialización en Planificación, Desarrollo y Gestión de Proyectos son 3 asignaturas sobre un total de 15, es decir el 20%.
Procuramos que esas asignaturas tengan tanta calidad y rigor que las profesionales. No es de extrañar que pasados los años, muchos estudiantes confíen que algunos de esos temas impactaron significativamente en su vida. Me acompaña en este foro el Dr. Vizcaya, profesor de temas de filosofía en pregrado y postgrado en la Monteávila desde hace 24 años. La mayoría de sus alumnos lo consideran de los mejores profesores que han tenido, como muestran las evaluaciones semestrales.
A lo anterior hay que indicar que se procura haya contenidos humanísticos de forma transversal en las asignaturas: Filosofía del derecho, Teoría de la comunicación, Psicología del desarrollo y del aprendizaje, Pedagogía, Historia de la cultura, Literatura universal, Historia del pensamiento económico, Persona y organización, y Orientación y desarrollo personal.
Se procura que en estas asignaturas estén presentes tres rasgos esenciales: perspectiva sapiencial, desarrollo de la capacidad de juzgar y amor o interés por la verdad.
El primero, la perspectiva sapiencial, se cultiva cuando se sitúa al estudiante ante las grandes cuestiones de la existencia humana, de modo que advierta que preguntas como “¿Qué es el ser humano?” o “¿En qué consiste el bien y la justicia?”, no pueden eludirse.
El segundo rasgo, el desarrollo de la capacidad de juzgar, consiste en el cultivo del hábito intelectual: la capacidad de juzgar. Es la capacidad de captar lo universal en lo particular, de arropar un dato con la idea que le corresponde y le da sentido en el conjunto.
El tercer rasgo es suscitar el interés por la verdad. La formación humanística es una educación para la verdad, en todas sus dimensiones. Es uno de los fines de la institución universitaria tal como recoge nuestra vigente ley de universidades: la universidad es fundamentalmente una comunidad de intereses espirituales que reúne a profesores y estudiantes en la tarea de buscar la verdad y afianzar los valores trascendentales del hombre (Art. 1º, I).
Lo más opuesto a la verdad no es el error sino la indiferencia. Es por eso, que los profesores tienen siempre como norte suscitar el interés cuando no el amor por la verdad. Una verdad que se busca y consigue entre todos, y nunca tiene dueño particular.
Otro aspecto clave es la educación personalizada y el fomento de la amistad. Los grupos no pasan de 40 alumnos (¡Ya quisiéramos tener siempre ese número!) lo que facilita que cada profesor pueda conocer con detalle a cada estudiante. Los profesores conocen a sus alumnos por nombre y apellido, lo que crea el sentido: ese profesor piensa en ti, que como saben es nuestro lema actual. Y de este modo, puede incidir, con sus consejos y orientaciones, a que cada estudiante piense responsablemente en sí mismo, en su desarrollo, que es el otro significado de nuestra divisa.
Se ofrece un acompañamiento personalizado de los estudiantes desde la admisión hasta la graduación. El proceso de admisión incluye una entrevista al aspirante de pregrado que permite conocer sus rasgos e intereses personales. Este es el único proceso de admisión en el país con esta particularidad.
Se realiza un monitoreo del desempeño académico a mediados del período académico para identificar aquellos alumnos con bajo rendimiento. A estos se les llama a reuniones particulares y se les motiva y aconseja para que logren superar las dificultades. En un ambiente de exigencia y cercanía, es frecuente que se establezcan entre docente y estudiantes relaciones de orientación y apoyo.
Este año tenemos una novedad. Se ha iniciado un Programa de Asesoramiento Académico (PAA) dirigido a todos los alumnos de primer y segundo semestre de las cuatro carreras de pregrado. El PAA es una de las formas de educación personalizada e integral que ofrece la universidad. Se asigna a un profesor miembro de la facultad de cada estudiante para que lo acompañe en tres sesiones de asesoramiento a lo largo del semestre, de aproximadamente 45 minutos cada una. Recibirán orientación en áreas tales como:
- Aprovechamiento del tiempo
- Manejo del estrés
- Consulta de libros
- Recomendación de técnicas de estudio
El programa es voluntario y no tiene costo adicional.
Para fomentar la amistad, y también ayudar a la educación personalizada, se definió desde el comienzo que los grupos son los mismos desde el primer semestre hasta graduarse -salvo lo que regla el reglamento de repitencia-. Por esto, todas las asignaturas se inscriben en bloque. Esto sacrifica versatilidad en los estudiantes sobre el ritmo que desean llevar inscribiendo unas u otras materias, pero permite que se forjen amistades que duran toda la vida.
Un aspecto de la formación integral, al que siempre hay que aspirar y que no es trivial, es el de educación del carácter. Como ya se indicó, todas las carreras de pre y postgrado cuentan con una o dos materias de ética. La educación en las virtudes es un debate que recorre la historia de la filosofía. El punto de partida puede ser la pregunta de Séneca en una de sus cartas a Lucilio. Allí plantea si los estudios liberales, lo que hemos llamado formación humanística, “hacen bueno al hombre”. Responde que no lo perfeccionan moralmente, sino que sólo preparan su alma para la virtud. Aquino vuelve a la distinción aristotélica entre virtudes intelectuales y morales. Según Santo Tomás, la formación humanística desarrolla las primeras pero no las segundas. Las virtudes morales solo se pueden adquirir por medio de la práctica. Tradicionalmente se entiende que las virtudes se aprenden en comunidad. Es el ejemplo y trato de profesores y compañeros los que crean un ambiente proclive para querer y empeñarse en crecer en virtudes. Es por esto, que la educación presencial ha de considerarse el producto premium de una universidad que quiera crear un contexto favorable a la virtud. Crecer moralmente no es el resultado de un proceso educativo universitario sino fruto de un paciente cultivo y cuidado de uno mismo.
Desde el inicio, aspiramos a que nuestros estudiantes fueran a tiempo completo, para facilitar mucho de lo anteriormente indicado en cuanto a formación integral y contexto para el crecimiento moral. Que su inmersión fuera completa, tanto en clases como en variadas actividades de la vida universitaria dentro o fuera del campus. Esto no se logró por varias razones. Las económicas, asociadas a la falta de escala que permita propulsar múltiples iniciativas académicas, culturales y deportivas. El no contar todavía con un campus que acogiera variadas actividades. La necesidad de muchos de nuestros estudiantes de trabajar para contribuir a las finanzas familiares y personales. Esperemos tiempos mejores.
Sin embargo, la Universidad Monteávila ofrece una experiencia de cercanía y amistad, que ha generado una identificación de nuestros estudiantes con el proyecto educativo que se refleja en una comunidad estudiantil unida, que mantiene su identidad Monteávila para el resto de sus vidas, como lo manifiestan nuestros egresados.
La formación integral es como un tratamiento tópico y acumulativo, no logra resultados inmediatos. Acortar de 5 a 4 años las carreras no ha ayudado, pero seguimos en el empeño: es un perenne propósito.
Las materias de formación humanística y su presencia en otras materias, si se incluyen los rasgos mencionados -perspectiva sapiencial, desarrollo de la capacidad de juzgar y se suscita el interés por la verdad-, crean un humus necesario para que se hable de estos temas en otras materias.
Respetando la libertad se puede crear un contexto de interacción y emulación sana para la educación ética y del carácter a través de la convivencia culta y amistosa.