El alimón

Alicia ílamo Bartolomé.-

Mi artí­culo anterior en Pluma, Diminutivo y superlativo, dio pie, a un distinguido filólogo amigo, para enmendar y ampliar mis conocimientos en torno a nuestro idioma. Por lo tanto, me parece pertinente transmitir sus comentarios en aras de un enriquecimiento cultural y conocimiento más profundo de la bella lengua de Cervantes. Dice mi amigo:

En castellano el superlativo absoluto no se usaba antes del siglo XVI: se decí­a “muy grande”, “harto grande”. Fue la moda italianizante la que lo introdujo, más o menos a la vez que se popularizaron también los metros italianos: el soneto, la lira, etc. Es decir, que el –issimo de Diorissimo no es una castellanización: es una italianización, como muestran sus dos eses (que en italiano significan la pronunciación sorda de la letra, frente a la s simple, que es sonora – y se pronuncia con una especie de zumbido). Su procedencia poética, a través de autores como Boscán y Garcilaso, hizo que el –í­simo fuese al principio cosa de gentes leí­das, e incluso algo afectadas. Solo más adelante comenzó a ser usada por el vulgo.

Interesante acotación y corrección porque yo sinceramente creí­a que el superlativo era una creación del castellano, pero no, como casi siempre, las avanzadas nos vienen del Imperio Romano, nacido en la pení­sula itálica, esa bota inroducida  como lengua del Mediterráneo, toda costas, por donde parece que entraron los grandes hitos de la civilización y la cultura. Italia ha sido un crisol de artes e ideas. Por algo la escogió Cristo como la sede de la autoridad  de su Iglesia.

Y agrega el filólogo:

Por otra parte, no es que el DRAE niegue los diminutivos: es que solo registra los nombres (sustantivos o adjetivos) en su forma positiva (igual que los registra únicamente en su forma singular y masculina -o no marcada en cuanto al género). Pero en España hay profusión de diminutivos, que caracterizan inmediatamente la región de donde procede el hablante: si hace el diminutivo en -ino / -ina (la casina), será de origen astur-leonés; si lo hace en -ete, será del ámbito de Aragón -Cataluña; si lo hace en -uco, será cántabro (como la famosa novela de Pereda, El sabor de la tierruca); si lo hace en -illo, será de Despeñaperros para abajo; si lo hace en -ico, será navarro (o granadino, habida cuenta de la gran inmigración navarra en Granada). Curiosamente, en Venezuela los usamos todos, sin discriminar orí­genes. 

En cambio, lo que no se usa en España es el aumentativo -ote (’grandote’), que los mexicanos reduplican en función del énfasis que quieren darle a su descripción: “grandototote”. Los españoles prefieren el -azo y el -ón.

Más explí­cito no puede ser mi erudito amigo. Tengo que agradecerle dos cosas: su contribución a nuestro esclarecimiento y enriquecimiento cultural, por una parte y, por otra, que prácticamente me ha escrito el artí­culo de hoy. Me queda poco que agregar. Pero agrego.

En Venezuela estamos viviendo un profundo y prolongado diminutivo. Vamos en caí­da libre hacia la nada. La moneda se nos volví­o una monedita, monedilla, monedica o moneduca. Pero la gran paradoja: ahora somos todos millonarios, un kilo de cualquer cosa, sea de harina, azúcar, café o arroz, vale unos cuantos millones de bolí­vares. ¿De dónde los sacamos? ¡De dólares que no tenemos! Hoy preguntamos el costo de una bolsa de caramelo, una consulta médica, un examen de laboratorio o un kilo de cambures y te lo dan en dólares. ¡Los pordioseros piden la limosna en billetico verde! ¿Cuál es la moneda en este paí­s? ¿Lo sabe alguien?

Sin embargo, no falta lo superlativo. En mi artí­culo anterior hablé del hambre superlativa, pero no es la única. Superlativos son el desempleo, el desamparo sanitario y de suguridad policial, la ausencia de servicios de electricidad, agua, internet, gasolina, alumbrado en las calles y reparación de éstas, superlativamente llenas de huecos. Nuestra vida, pues, se ha vuelto un vaivén entre extremos. ¿Hasta cuándo? Sólo Dios sabe.

Mi amigo y yo hemos escrito este articulo al alimón, como dos toreros cuando agarran uno y otro extremo del capote para citar al toro. Yo en uno, ¿y en el otro? El filológo venezolano-español Xavier Reyes Matheus.

*Alicia ílamo Bartolomé es decana fundadora de la Universidad Monteávila

Un comentario sobre “El alimón

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