La Superestructura | 05 Infinito

Francisco Blanco.-

Nuestra esperanza, nuestra fuerza de ser, se escribe con las mismas letras del infinito.

Poco sabí­a yo aquella mañana de mi juventud, hablando con palabras inmensas, reflexionando sobre ideas de las ideas de otros, pretendiendo saber, discutiendo posturas desconocidas y asentando la cabeza, pretendiendo ser el intelectual que anhelo ser, poco sabí­a yo, aquella mañana de mi juventud, cuando conocí­ el infinito.

Me encantan los encuentros inesperados. Me encanta darme cuenta de las cosas que siempre estuvieron ahí­, por ello me sentí­ dueño del mundo, aquel medio dí­a en el aula 2, cuando intentando toscamente explicar la dinámica entre “acto” y “potencia” algo en mi encajó cual bloque de lego.

Aquel dí­a, entramos a clases de Teorí­a de la comunicación en ese auditorio con paredes de corcho que tení­a la universidad, estaba al otro lado del edificio junto a ese baño de caballeros donde una tarde me encontré un maletí­n de cuero rojo que le regalé a Oriana en uno de nuestros aniversarios. Estábamos todos algo nerviosos porque era el segundo mes de carrera y el profesor nos habí­a sorteado unos autores y tení­amos que a lo largo del año exponer la teorí­a filosófica que tienen sobre el conocimiento. A mi amigo Daniel y a mí­ nos tocó Descartes y nuestra exposición fue un desastre, pero no tanto como la de aquel muchacho llamado Leubis que habló de la visión de infinito en Feuerbach y por alguna razón, se puso una sotana, apagó las luces y encendió una vela… no sé qué tardó más, las risas de Daniel y mí­as o nuestros comentarios cargados de doble sentido.

Estaba hablando. Todos mis alumnos morí­an de hambre y aún quedaban 45 minutos de clases. Yo seguí­a intentando ser cual Ortega, buscando que las palabras se conviertan en seres entre mis labios y darle esa resonancia que se merecen, mientras mi mente va dos láminas más allá para ver si hago eso que los profesores experimentados hacen a destajo. Entre ejemplo y ejemplo y chiste y cuento de mi vida que ayudar a entender el ejemplo, digo que el hombre, con respecto al mundo del futuro es “potencialidad pura”; es decir, puede ser todo lo que quiera ser, sus capacidades son infinitas. El cielo se abrió, sentí­ que brillé y entendí­ algo que siempre estuvo allí­.

Bien haya sido en mi juventud que pretendí­a entender estos temas, o ahora cuando recién los estoy descubriendo, lo fantástico siempre será la realidad de nuestras capacidades, que pese a lo contingente de nuestra materialidad, esas capacidades í­ntimamente nuestras no se van a terminar, porque es lo que viene con nosotros, por eso siempre debemos vivir futurizándonos, habitar el hoy, pero vivir en el futuro, en la amplitud de nuestras posibilidades, en la apertura a la realidad, porque nuestra esperanza, nuestra fuerza de ser, se escribe con las mismas letras del infinito.

*Francisco J. Blanco es profesor de la Universidad Monteávila

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