Reflexiones universitarias | Trabajo y santidad (III)

Fernando Vizcaya Carrillo.-

El trabajo trae la alegrí­a del alma por la obra hecha. Foto: photopin (license)

El último artí­culo nos anunciaba la idea platónica de aprendizaje y éste lleva a la otra idea que anunciamos con rapidez anteriormente: “esfuerzo por alumbrar”. El trabajo lleva un esfuerzo, un cansancio de lo corporal en la acción, pero también, y atado a ello, la alegrí­a del alma por la obra hecha. “Darle tierra al darlo a luz”, dijo el poeta. La tierra se cultiva. Es decir, con frecuencia esa tierra requiere una preparación, un cuidado para poder ser receptáculo adecuado a la semilla.

El padre san Josemarí­a nos repite en Camino, enlazando las dos ideas centrales de esta conferencia: ¿“Quieres de verdad ser santo? Haz lo que debes, está en lo que haces.” Entrega, con esfuerzo la conciencia vigilante a lo que haces, plantéate si lo que haces es lo que debes hacer. Te espera la santidad plena de goces, a veces corporales también.

En La muerte y el Caballero decí­a nuestro poeta Andrés Eloy: sucedió que el niño Jesús/ regresaba una vez del bosque/ trayendo en los hombros un madero/ -Cómo pesa, Madre, este leño/ me duelen los hombros, decí­a/… San José le dijo: -has sufrido /pero te he de hacer un regalo/ con el madero que trajiste/ te haré un caballito de palo…El Niño detuvo su potro/ y con serena gracia habló/ tu me cabalgaste madero/ ahora te cabalgo yo.

Luz de natalidad – Luz de mortalidad. Siguiendo la motivación de la cita anterior, en el Taller de José escribe el Padre San Josemarí­a: “…la santificación del trabajo de cada dí­a: el milagro de convertir la prosa diaria en endecasí­labos de verso heroico…”. Atado a ello, la virtud cumbre del cristianismo, la Caridad y así­ enlaza esos significados profundos de la vida humana, el Padre en la Homilí­a “Cristo Rey…que sepamos convertir en nuestra vida y en la vida de quienes nos rodean, verso a verso, el poema sencillo de la Caridad…”

Escribí­a una de las alumnas de Ortega y Gasset, Marí­a Zambrano, en el barco que la llevaba al exilio, que “vivir bien no es solamente cuestión moral sino estética, como lo han sabido los conductores de vidas, diciéndolo o sin decirlo…”. Las grandes obras maestras son sumas de pequeños detalles cuidados por el artista. Así­, decí­a San Josemarí­a: “Si descuidas las cosas pequeñas, has errado el camino” El cuidado de las cosas pequeñas porque vemos Dios allí­: en la puntualidad, en la disposición al trabajo realizado con esfuerzo y hasta sus últimos detalles, en el trato amable con el otro a pesar del cansancio. Viene a la memoria otro poeta grande: Despacito y buena letra/, el hacer las cosas bien/ importa más que el hacerlas. (A. Machado).

Luz de mortalidad. Vida eterna. Producto de una vida limitada por el tiempo. La condición de eternidad es la mortalidad. Pero ella lleva a renunciar por el hombre de dos parámetros: tiempo y espacio. Es  lo que dicen muchos autores espirituales del logro de la vida “para adentro”, libertad de espí­ritu, salir de nuestras ligaduras espirituales  y las más limitantes, las corporales. “Comienza la luz —decí­a Jorge Luis Borges al quedar ciego — para mi poesí­a”. Y allí­ podemos descubrir un conocimiento de la vida, diferente del otro saber. Séneca, ese gran maestro dijo: “Vivir, querido Lucilio, se ha de aprender durante toda la vida, y lo que acaso te sorprenderá más, toda la vida se ha de aprender a morir “(cartas Morales VII)

* Fernando Vizcaya Carrillo es decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Monteávila.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pluma