Relatos domésticos | Missing Venezuela

Francy Figueroa Domí­nguez.-

La indolencia se observa en muchos rincones del paí­s. Foto: photopin (license)

He optado por algunas medidas para preservar mi salud mental: hice uso del botón “Ocultar” del Facebook (que deberí­a incluir un “para siempre”) a mis amigos o conocidos que viven fuera.  Tampoco escucho el programa de radio de César Miguel Rondón y su manual sobre cómo hacer que el desayuno venga con indigestión incluida.

Es cierto que hay malas noticias por doquier, que los venezolanos salen de casa sin saber si regresan. Que la papa está dura y la yuca amarga. Pero desde hace tiempo vivo en una realidad paralela. Y no me la ha impuesto nadie, yo la elegí­, para preservar la poca cordura que nos queda.

Hace poco vi un meme que rezaba lo siguiente: “Nadie extraña más a Venezuela que quienes aún vivimos en ella”. Y es que hemos cambiado tanto, nuestras instituciones, nuestros polí­ticos, nuestros ciudadanos en sí­, que parece imposible que nos hayamos convertido en estos seres indolentes, incapaces de pensar en la “otredad”.

También han cambiado nuestros hábitos de consumo, yo quisiera pensar que para mejor. Comemos menos azúcar, menos productos procesados, menos comida china de dudosa procedencia. Ahora es posible hacer muffins de avena con las bananas que casi se dañaban y mermelada casera de guayaba. Nos vemos más guapos, nos queda mejor la ropa, vamos menos a la playa pero evitamos el cáncer de piel y las costas contaminadas.

Me gusta pensar que, como en el final de Cien Años de Soledad, esta langosta que ha arrasado con todo nos permitirá un nuevo comienzo. Ya no seremos como antes, eso es obvio, porque esta crisis nos marcará de alguna manera. Todo pasa, nada es eterno, ni el hombre, ni los afectos, ni el agua del rí­o.

A modo de anécdota: en mi edificio y luego de numerosos censos sin resultado, nos dijeron que llegará la caja (que ya no es bolsa) del Clap. En otrora en mi urbanización nos habí­an negado la distribución de alimentos porque somos “clase media” y no éramos prioridad. Pero es que ha cambiado tanto la experiencia en otros tiempos divertida de hacer mercado que ya no importa como llegue la comida, pero que llegue al fin.

De la caja espero varios artí­culos: que traiga más ánimo para levantarme cada dí­a y enfrentar mejor los cambios que están por venir, que venga cargada del buen humor nuestro, que venga con mucha esperanza. No de esa barata que nos vende el gobierno y la oposición, si no de la que integra, reúne y sana. De la que vale la pena.

* Francy Figueroa Domí­nguez es la secretaria de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la Universidad Monteávila.

Un comentario sobre “Relatos domésticos | Missing Venezuela

  1. Eso se llama incilio. Es necesario por la salud mental, yo lo hago (humor, oración, familia, amigos, estudios, películas, lecturas, etc. ) pero su abuso (familia y oración, no, aunque se han visto casos) puede llevar a la ceguera permanente o negación de la realidad con la consecuente falta de caridad. Precaución, debe ser usado en pequeñas dosis.

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